En medio de la tormenta arancelaria y la guerra comercial, China ha decidido acelerar el uso de su presupuesto para la inversión y el gasto público. En el primer trimestre de este año, el gigante asiático incrementó en 5.6 por ciento el uso de los recursos presupuestados en comparación con el mismo período del año anterior, lo que significa que el gobierno está apurando inversiones y gastos para generar obra pública que le permita contrarrestar los efectos de la guerra comercial, como la disminución de las exportaciones. En otras palabras, mientras los aranceles sacuden la economía internacional, China protege la suya mediante la inversión en obra pública y la generación de empleos.
Más allá de la reacción refleja de devolverle la imposición de aranceles a Estados Unidos, la respuesta china apuesta por el incentivo a la inversión en tecnología, robótica, energías renovables y una serie de sectores estratégicos, además de buscar diversificar sus mercados y atraer inversionistas extranjeros. El conflicto no es una mera cuestión arancelaria o comercial sino de impacto económico en el mediano y largo plazo. Y los chinos, que tienen décadas de expansión económica, saben que las coyunturas son importantes pero que no reemplazan a la planificación y la visión de largo alcance.
En este concierto de la incertidumbre desatado por los aranceles, una reacción natural de todas las economías es tratar de protegerse mediante el impulso a los motores internos: la inversión en obra pública, la aceleración de proyectos y emprendimientos que generen empleos, además de estrategias de apoyo social para minimizar el impacto de la disminución de la actividad económica.
Si lo pensamos desde nuestra América Latina -en donde hasta ahora parece que nos fue “menos peor” con los aranceles-, no sólo enfrentamos la amenaza de una desaceleración sino en algunos casos, como México, el escenario se acerca a un crecimiento nulo. Y la reacción frente a la incertidumbre de no saber si las condiciones para el comercio, los negocios, las inversiones y la economía en general mejorarán debe apuntar al fortalecimiento interno, al impulso a los emprendimientos, las microempresas, las inversiones en obra pública y, desde luego, la parte social para apoyar a quienes más lo necesitan.
Pero un problema serio en los países latinoamericanos es que se carece de estrategias para el mediano y largo plazo, por lo que la mera reacción refleja a los conflictos de turno no es una solución sino un parche temporal, uno de tantos. Mientras China tiene un proyecto económico a largo plazo, que incluye una planificación para la educación, la ciencia y el desarrollo tecnológico, las economías latinoamericanas siguen siendo dependientes de pocos rubros, de mucha materia prima y de pocos mercados. El impulso que hace falta viene no sólo de la inversión en infraestructura, en obras públicas y apoyos sociales sino de invertir más y mejor en la gente, en su educación, en su capacidad de aprender, innovar y reinventarse. Los aranceles se irán pero si invertimos en el conocimiento… eso quedará.