Hay una frase atribuida a Churchill: “No oigo lo que dicen. Veo lo que hacen”.
Se refiere a sus adversarios políticos, pero sería extendible a la vida en general.
Si el ex presidente López le aplicara el dicho a la presidenta Sheinbaum, vería algo que hubiera visto Churchill.
La Presidenta lo defiende de palabra pero al mismo tiempo ha construido, o dejado construir, acusaciones muy serias contra López Obrador y su gobierno.
En dos tiempos:
1. La acusación de complicidad del líder morenista del Senado, Adán Augusto López, con su jefe de seguridad en Tabasco, Hernán Bermúdez, ya preso y en trance de declarar.
2. La acusación contra la red delictiva del huachicol fiscal, preparada por la Fiscalía General de la República, en un expediente que circula generosamente por los medios, sin testar, sin nombres tachados.
Las dos acusaciones vienen de dentro del gobierno de Morena, son escándalos investigados desde dentro.
Atacan redes delincuenciales que tuvieron liderato y amparo en gobiernos de Morena. En el gobierno de Tabasco una, la otra en el manejo de los puertos y las aduanas federales de la Secretaría de Marina.
La vertiente Tabasco muestra la existencia de un cártel criminal cuyo líder era el responsable de combatirlo, el jefe de la seguridad pública del estado. Nada menos que el estado de Tabasco.
La vertiente huachicol fiscal exhibe un negocio criminal de 500 mil millones de pesos, auspiciado desde el corazón de la Secretaría de Marina, con extensión a una gigantesca economía ilegal de importación, distribución y venta de combustibles contrabandeados desde Estados Unidos.
Casi todo esto estaba ya publicado en la prensa. Lo nuevo es que esas redes criminales, nacidas en gobiernos de Morena, son ahora investigaciones oficiales del gobierno de Morena.
Las palabras de la presidenta Sheinbaum matizan y absuelven, quieren contener las acusaciones que su propio gobierno genera. Los expedientes y las acciones del gobierno acusan y avanzan, dificultan la contención.
Los dichos y los hechos oficiales están en ruta de colisión. La incomodidad de la Presidenta en el choque es evidente. La del señor de Palenque, supongo que también.
P.S. Presidenta: sobre Hidalgo, lea