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El hijo

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  • Gustavo Guerrero

La construcción familiar es una vieja temática en todas las historias de ficción; sin embargo, puede desmarcarse de la trivialidad en tanto la trama contenga pinceladas de un buen drama lapidado en un thriller psicológico. En este sentido, Sebastián Schindel -director- y Leonel D’Agostino -guionista- se aventuraron bajo esa premisa a adaptar para el cine el relato de Guillermo Martínez, “La madre protectora”, al cual le colocaron un título escueto, que nada revela, sin una base sólida que pueda guiarnos: El hijo.

El pintor Lorenzo (Joaquín Furriel) está casado con la noruega Sigrid (Heidi Toini), con quien busca engendrar un hijo, pues se percibe en las primeras escenas que conforman ambos una pareja enamorada y bien avenida, por lo que no se advierte conflicto alguno. Sin embargo, un salto en el tiempo nos hará a los espectadores entrar en choque ideológico.

Efectivamente, con el propósito de mantener al espectador no sólo en constante tensión sino involucrarlo activamente,la trama se desarma como rompecabezas con la técnica de la analepsis o escenas retrospectivas, es decir, la cual altera la secuencia cronológica de la historia, conectando momentos distintos y trasladando la acción al pasado.

Así, en el primer salto vemos que el asunto no salió como esperábamos: Lorenzo está en prisión y ha sido demandado por violencia doméstica. Además, la ley le ha retirado el derecho de convivir con el hijo que ya nació.

De vuelta al primer momento, vemos cómo se va entretejiendo esta relación, en apariencia armónica, pues el carácter de Sigrid es melifluo. ¿En qué momento se rompió todo? Ésa es la apuesta de Schindel, que nos trastorna para que establezcamos todas las conexiones para explicar el punto de partida. Será un recorrido difícil para el espectador común. Sólo el avezado deberá poner atención en todos los detalles a fin de franquear la muralla.

Estamos, pues, sueltos e indefensos los espectadores en una historia que se desenvuelve de forma inesperada. Hay un punto en el que no sabemos quién ha caído en la locura: Lorenzo o Sigrid. A cada escena se le suma el desconcierto y la zozobra, pues Schindel quiebra nuestras expectativas, nos empuja de un lado a otro como juguetes maleables.

A pesar de la clara inspiración en la película de Roman Polanski, El bebé de Rosemary, El hijo inscribe su propia identidad. Simplemente aconsejo al espectador poner atención al Saturno de Goya, a la profesión de Sigrid y al estupendo equilibrio que brindan la pareja coadyuvante: Renato (Luciano Cáceres) y Julieta (Martina Gusmán).

Todo lo demás tiene que ver con nuestra naturaleza humana.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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