Política

Tapaboca

Escribo este artículo en la esquina de la 51 y la segunda avenida en Nueva York. El Día de los Veteranos ha concluido como preámbulo de los festejos del Día de Acción de Gracias y las fiestas decembrinas. Así, el año después de la catástrofe está por finalizar en la Gran Manzana. 

Y todo es igual, pero nada se mantiene. 

Las terrazas implementadas en el otoño de 2020 continúan, pero su uso comienza a ser menos por una cuestión de sanidad y precaución para transformarse en extensión permanente, pata extra que estabilice un mercado confundido y temeroso. 

La gente no usa ya cubrebocas en las calles. Pocos, muy pocos, tapan su cara con el barbijo en espacios públicos y menos aún en restaurantes que están repletos en sus espacios físicos tradicionales. Todos quieren regresar a lo que era 2019, pero saben que es imposible. Económicamente, la inflación –sin igual desde los 90– está descontrolada por lo menos seis meses más, las ventas navideñas trastocadas por la escasez de electrónicos ante las cadenas de producción ralentizadas, y hasta la ropa se disparó en precios. Los cheques de apoyo económico se encontraron con la sagacidad del libre mercado. Mala combinación. 

La Navidad quiere nacer, pero aún no puede. Casas y departamentos se iluminan en leds y focos de serie, pero el ritual decembrino sin estallar aborta la misión. A eso agregue que el escape mental de la pandemia al deshacerse de la mascarilla se esfuma al llegar a cualquier sitio donde la cartilla de vacunación es condición sine qua non para el acceso. El paraíso de la calefacción para el vacunado. Aunque, pensándolo bien, tal vez es al revés. 

La sana distancia es inexistente en la Ciudad de los Cuomo y los Giuliani. Filas y grupos se amontonan en Times Square, Rockefeller Center, el Met, el MOMA, Washington Square, Greenwich Village, Dumbo y en cualquier lugar donde exista un bulbo de vida. Gregarios por encima de precavidos, la ciudad se colorea entre el miedo y la casta. 

Hay diferencias, eso sí, entre lo descrito y lo irresponsable. 

Cada dos cuadras se han implementado kioskos para la detección temprana de SARS-CoV-2. Las estaciones del metro tienen módulos para la vacunación con Johnsson & Johnsson, la información sobre el riesgo de una nueva ola se reparte y enfatiza. Más aún, ante los casos de California y Alemania, donde los repuntes cambian la pregunta del ¿Por qué? a ¿Hasta cuándo?

Y la respuesta es hasta siempre. No se irá y lo que queda es controlarla, domesticarla desde la humildad del desconocimiento de lo que viene, pero sin temor a proseguir. La implementación de vacunas y la aparición de pastillas de pronta aprobación podrían cambiar la historia. Se vale tener paciencia. 

Dicho de otra forma, la historia del Covid Free es falsa en cualquier lado. Quien lo diga es un imbécil.

O gobernadora de Campeche.  

 

Portapapeles

Tal vez el problema de la boda no estaba en la ciudad, el avión, los invitados y la cena. 

En una de esas, el problema deriva en quién pagó el evento… y de qué regalos les llevaron. 


Gonzalo Oliveros 

goliveros@me.com

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