El debate del día de ayer fue triste en múltiples sentidos. El primero es la incapacidad que existe a nivel mundial de crear nuevos cuadros que tengan peso y logren crear la percepción de capacidad contra la gerontocracia existente en el mundo político. Cierto, existen excepciones como Gabriel Boric -quien, de facto, ha sido devorado por la grey política chilena-, pero existe una combinación peligrosa globalmente donde, además de la apatía propia de la gente de 18 para arriba, también hay un afán de bloqueo y cerrazón de boomers que se aferran al poder.
Esto ha ocasionado que las figuras políticas imperantes tengan más de medio siglo y, en algunos casos, estén más cerca del centenario que de los 40. La visión del mundo es, en un amplio espectro, menos imaginativa, más cerrada, mucho más ambiciosa y, por supuesto, mucho más deteriorada.
Donald Trump apareció como el ya conocido hombre de negocios convertido en estrella de televisión transformado en político. Sabe controlar la arena, tiene una energía muy característica, ha sofisticado el populismo con maestría y enfocado su energía en las dolencias propias del pueblo norteamericano después de la pandemia. Cierto, su presidencia fue caótica, polarizante, deplorable y con enormes huecos en salud, infraestructura y economía, pero Trump se erige como el maestro en mentir de forma tan natural que para sus fanáticos es verdad, logra imponer su realidad y sumar a quien desea y cómo lo quiere. Sus deseos son órdenes.
Biden perdió no solo el debate sino la fe de los demócratas. Los peores presagios se hicieron realidad desde el inicio del encuentro. Enfermo de gripe pero -más importante- debilitado en discurso y respuestas, Biden lució nervioso y su tartamudez fue constante en un momento donde debiera controlarla.
Cierto, tuvo respuesta acertadas y algunos momentos donde propinó golpes certeros a Trump, pero no fue suficiente. Biden no tiene posibilidades ni energía para hacer campaña y menos para poder demostrar fuerza frente a un mastodonte mediático como el expresidente republicano.
El riesgo es enorme no solo para los Estados Unidos sino para el mundo. La necedad de Biden y el control del Partido Demócrata de una nomenclatura donde los Obama y los Clinton continúan peleando las posiciones tienen al presidente a punto de perder el puesto y, con ello, la llegada de una serie de políticas que podrían poner en riesgo la democracia norteamericana tal y como la conocemos..con todo y sus errores.
Trump no tendrá que mandar turbas al Capitolio, tendrá cámaras y funcionarios para modificar leyes y procedimientos no solo para estos cuatro años que vienen, sino incluso ampliar su periodo ante la crisis actual. No solo eso: las consecuencias para México serán brutales.
En el mundo de las verdades alternas y de los otros datos, Trump ganará el próximo noviembre.
Al término del debate, CNN reportó que políticos demócratas piensan en cómo cambiar de candidato antes de la convención. La realidad es que Biden debe -como lo había sugerido en 2020- dejar la nominación y que entré alguien distinto.
Eso o ver como el mundo pierde a la llegada de Donald Trump al poder…sin nada que lo detenga.