Es cierto: nunca me ha gustado el autobombo y, sin embargo, como me dijo Nacho Trejo Fuentes “debes de cacarear más los huevos que vas poniendo”.
Autobombo, dice la RAE, es una palabra infrecuente en nuestros pagos:
“Elogio desmedido y público que tiene alguien de sí mismo”.
La palabra pagos la escuché por primera vez en Madrid con esta acepción: “Distrito determinado de tierras o heredades especialmente de viñas u olivares”.
La voz pagos con esta acepción se la escuché al poeta valenciano Miguel Veyrat.
Por cierto: tuve el honor de prologar su libro esencial “La voz de los poetas”.
Y digo autobombo porque, primero Dios, habrán de ser publicados nada menos que cinco libros en este año. Enlisto:
“Primero sueño y Muerte sin fin: dos asedios” (Universidad Autónoma de Querétaro), “El ancla y el mar” (Universidad Autónoma de Nuevo León, sobre El cuentario El Aleph de Borges), “El gallo de Esculapio, grandes médicos de la historia (Universidad veracruzana), El futbol a sangre y fuego (Colofón), con carta prólogo de nadie menos que Eduardo Galeano y, finalmente, “Antología palindrómica para niños” (Secretaría de Cultura de Coahuila).
Comenté a mi gran amigo Jorge Valdés Díaz Vélez que, en mi palmarés, era una marca personal.
Y me respondió: “Gil, es una marca nacional, acaso internacional: cinco poderosos libros en un mismo año”.
Nunca perder el piso, nunca ser apresado por la soberbia.
Y siempre recordar la sentencia de El Quijote, del maese Pedro: “llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala”.
¡Salud!