Política

'El largo adiós'

Escuchar audio
00:00 / 00:00
audio-waveform
volumen-full volumen-medium volumen-low volumen-mute
Escuchar audio
00:00 / 00:00

Gil cerraba la puerta de la semana. Mientras caminaba sobre la duela de cedro blanco se estrelló en sus libreros con un libro: La vida de Raymond Chandler de Frank MacShane (Ediciones Alrevés, Barcelona, 2017). Una biografía de un escritor que Gilga frecuenta y defiende, alaba y recomienda. Va un puñado de subrayados.

···

Todos los días, de nueve a doce y a veces hasta la una, Chandler escribía a máquina sus relatos. Empleaba medias hojas de papel amarillo para reducir la cantidad de copias necesarias en caso de error. Trabajaba rápidamente, porque mecanografiar era la última etapa del proceso que requería muchas horas de trabajo preliminar. A menudo repasaba mentalmente durante la víspera lo que tenía que decir, y cuando se sentaba ante la máquina las frases salían de modo espontáneo. Chandler dijo que el primer borrador era solamente el material del que extraería la historia, y casi nunca se esmeraba con él, limitándose a cambiar alguna frase de vez en cuando. En cambio, escribía todo el libro varias veces, o pasajes enteros. De este modo mantenía el lenguaje tan vivo como le era posible. Cuando por fin terminaba el libro a su satisfacción, daba a la señora Messick el montón de medias páginas amarillas para que lo mecanografiase en hojas enteras, de veinte por veintiocho centímetros. Después raramente hacía una revisión importante. Cuando la copia definitiva estaba terminada, la enviaba a su editor. Sólo entonces, con el libro en su forma definitiva, hablaba de él con Cissy (Pascal, su esposa) o con otras personas. Necesitaba conservar su mente pura mientras escribía, ajeno a las ideas o sugerencias de los demás.

···

El libro se llamaba Summer in Idle Valley, aunque finalmente se publicó como El largo adiós. Es difícil imaginarse peores condiciones psicológicas que las sufridas por Chandler mientras escribía este libro. Cissy estaba enferma casi constantemente, y con frecuencia su preocupación por su salud amenazaba con minar su confianza en su propio trabajo. En una reveladora carta a Hamilton expresó algunos de estos sentimientos: “Espero terminar un libro en 1952, lo espero con toda mi alma. Pero, maldita sea, me cuesta mucho escribirlo. La vieja exaltación ha desaparecido. Estoy muy preocupado por mi esposa, y ésta es la razón de que escriba esta carta yo mismo y no guarde ninguna copia. Tenemos una casa grande, difícil de llevar, y la situación en cuanto al servicio es casi desesperada”.

“Los editores leen demasiadas críticas porque así lo exige su negocio, naturalmente. Y ¿quiénes son los críticos, después de todo? Gente de poca monta, en su mayoría, cuya dignidad en la vida depende de la perpetuación de unos valores artificiales concebidos por otros críticos que también eran gente de poca monta. Mis normas son demasiado elevadas para admirar mucho a los escritores mediocres de éxito, y demasiado heterodoxas para que me importe lo que dicen los sabios. En fin, todo esto carece de importancia, pero un escritor, para ser feliz, tendría que ser una buena medianía, no un genio muerto de hambre como Laforgue, ni hombre solitario como Heine, ni un lunático como Dostoyevski. Y, sobre todo, no tendría que ser un escritor de novelas de misterio con un toque de magia y cierto temor a los argumentos”

···

Aunque tiene forma de una novela policíaca en la que Marlowe revela eventualmente al asesino de dos de los personajes, El largo adiós trata en realidad de la amistad, de sus usos y abusos, y de las cualidades del amor. Los cinco primeros capítulos de la novela refieren la amistad de Marlowe con Terry Lennox, con quien se reúne de vez en cuando para tomar una copa a última hora de la tarde. Lennox está casado con la hija de un multimillonario, Harland Potter, a quien describe como “un perverso hijo de perra. Toda dignidad victoriana en el exterior e interiormente despiadado como un matón de la Gestapo”.

···

El cinismo de Marlowe es ahora casi completo, pero admite que ha sufrido un desengaño y expresa sus sentimientos: “Has comprado gran parte de mí, Terry —le dice—, por una sonrisa, un saludo, un adiós con la mano y unos cuantos tragos en un bar tranquilo de vez en cuando. Fue agradable mientras duró. Hasta la vista, amigo. No te diré adiós. Te lo dije cuando significaba algo. Te lo dije cuando era triste, solitario y final”.

···

Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el mesero se acerca con la charola que soporta el Grey Goose, Gamés pondrá a circular las frases de Walt Whitman sobre el mantel tan blanco: “La literatura está llena de aromas”. 

Gil s’en va


Google news logo
Síguenos en
Gil Gamés
  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.