Un servidor aplaude todo aquello que nos haga más libres, autónomos e independientes, no más pobres.
Me acerco y me acercaré siempre a los momentos y a las zonas minoritarias de las mayorías, donde habitan la sinceridad, la armonía, la comprensión y el ansia de conocimiento y belleza.
Nuestra época es difícil para esto, pero no hay ninguna etapa auténticamente humana que se oponga a lo que de más humano lleva el hombre en su centro: el rebelde afán, la apasionada búsqueda, la inquebrantable aspiración hacia lo bello. Quizás la belleza unida a la ética, ambas como disciplinas filosóficas, sean lo que desespera a los dictadores, pero son también nuestra única y última esperanza.
Me enoja la incontinencia verbal de quién todas las mañanas trata de recuperar el prestigio que va perdiendo a velocidades aceleradas. Temo a este tipo de habladores patológicos; pero sobre todo temo a los egocentristas, a los hipócritas, altaneros, orgullosos, saturados de esa falsa humildad que enmascara al gigantesco vanidoso que está atrás, agazapado, que cree tener la mejor o tal vez la única y última palabra digna de pronunciarse.
Estos charlatanes son la esencia misma del autoritarismo, porque desdeñan la opinión del otro.
Imagínense por un momento que un individuo de esas características, tan carente de toda medida de sí mismo y tan fuera de la realidad, se hace con el poder en su país y establece un régimen absoluto, sencillamente porque él siempre tiene la razón.
Una idea que intimida, ¿no es así? El poder absoluto siempre silencia y descalifica al oponente. Esa es la primera regla de la tiranía. De modo que un charlatán patológico que consigue instalarse en el poder, es un dictador.
Una sola idea puede infectar al mundo: La idea de que la culpa pertenece a otros, la idea de que nuestro miedo, nuestro fracaso o nuestra desgracia han sido tramados por enemigos ajenos a nosotros y a la vez traidoramente infiltrados en nuestra cercanía, la idea de que se puede dividir a los seres humanos en puros e impuros, en inocentes y culpables, en nosotros y ellos.