Como un beso y un abrazo a la persona que está por abordar un autobús, y que te restringes por pena o por orgullo.
Como esas palabras de agradecimiento a tu madre por tanto que te ha querido, hasta el extremo de desvivirse, para que estés bien.
Como el decir “por favor perdóname”, cuando por fin te cae el 20 de que has tenido demasiada dureza con tu pareja. Y no quieres acabar con su paciencia y terminar por perderla.
Esas cosas no se piensan; se hacen. Porque si las dejas para después podría ser demasiado tarde. Porque a veces las personas ya no regresan de ese viaje. Porque un día entras a su cuarto y simplemente ya no despertaron o porque un día la gente se cansa de llorar y cuando entras a casa su ropa y sus cosas simplemente ya no están en el closet. Y es en esos momentos cuando te das cuenta del valor de la espontaneidad. Pero ya es tarde…
La inteligencia emocional nos enseña la importancia de controlar muchas de nuestras reacciones para no empeorar algunos conflictos. A medir nuestras palabras de rabia y coraje para no herir a los que amamos. A postergar la descarga de la ira y darnos margen para calmarnos y pensar las cosas.
Pero la espontaneidad también es un rasgo propio de la inteligencia emocional; hay personas a quienes se les va la vida posponiendo un “te amo” y la solicitud de un abrazo… hasta que solo queda espacio para el arrepentimiento.
“Sabes mejor que yo que hasta los huesos solo calan los besos que no has dado…” reza una canción de Joaquín Sabina. Y es cierto: sabemos con certeza que cuando la gente está cerca de la muerte, se arrepiente más de las cosas que no se atrevió a hacer, que de los errores cometidos en toda su vida. Que si pudieran regresar el tiempo, su mente la ocupan pensamientos de las cosas que les faltó por hacer y no de las que cambiarían que ya hicieron.
Las lágrimas de los que se quedan aquí, se derraman por aquello que no se dijo, por el beso negado.
Así que no postergues más esa cita, llama ahora, agenda ahora. Abraza y besa y deja tu estreñimiento emocional. El reloj no perdona. Es un tren que no retorna, y debes subirte ya… porque el amor figura entre las cosas que no pueden esperar.