Política

La invención de la naturaleza

  • Columna de Francisco Valdés Perezgasga
  • La invención de la naturaleza
  • Francisco Valdés Perezgasga

Una de las herencias más tristes de las dos guerras mundiales fue el fuerte espíritu anti-alemán en el mundo anglo. 

Una pequeña ciudad cerca de Toronto en Ontario, Canadá se llamaba Berlin, pero en 1916 cambió de nombre al del conde de Kitchener, el carnicero de Sudán e inventor de los campos de concentración. 

El pastor alemán, la raza canina, pasó a llamarse “alsaciano” en el Reino Unido. 

La casa real británica, que era alemana, tuvo que cambiar su nombre de la casa de Sajonia-Coburgo y Gotha en plena primera guerra para adoptar el apellido Windsor.

Ese espíritu anti-alemán llevó a enterrar la memoria de Alexander von Humboldt, el gran polímata del siglo diecinueve. 

Nunca más ningún niño, niña, joven o adulto de los Estados Unidos supo de la vida de quién quizá fue la persona más famosa del siglo diecinueve.

En México fue otra historia. Yo crecí sabiendo de Humboldt en la escuela. 

De joven leí alguna de sus obras -la que se refería a sus viajes por la Nueva España- en una edición barata de la SEP. Desgraciadamente ahora, la vida y la obra de Humboldt ha caído hasta casi desaparecer del imaginario colectivo de la niñez y de la juventud mexicana.

No hay forma de disminuir la importancia intelectual de este genio prusiano. Una importancia que aún se siente en nuestros días. Humboldt ejerció una gran influencia en las ideas de Goethe, Thomas Jefferson, Charles Darwin, Henry David Thoreau, Walt Whitman y John Muir quien quería seguir sus pasos pero terminó en California donde fundó Sierra Club, la organización ambientalista más grande de los Estados Unidos y de la cuál yo soy un miembro más. 

Simón Bolívar fue otro personaje influenciado directa y personalmente por él en sus ideas anticolonialistas y libertarias. 

Fueron amigos hasta la muerte del Libertador de América.

Humboldt inventó, si no la palabra misma, la idea de la ecología. Mostró la relación entre el clima, la latitud, la altitud y la distribución de la flora y, por tanto, de la fauna así como las relaciones entre los seres vivos. 

Sugirió la conexión antigua entre Sudamérica y África, adelantándose más de un siglo a la teoría de las placas tectónicas. 

En la descripción de sus hallazgos, así como las mediciones y los datos, empleó un lenguaje lírico que ningún científico se atrevería a usar aún hoy. Insistía en que la naturaleza debe estudiarse con el intelecto, con instrumentos, con datos, pero también con el sentimiento y con el espíritu. Impactó a tantas disciplinas, incluida la sociología y la teoría política de una forma tan profunda que el día que se cumplían cien años de su natalicio hubo festejos multitudinarios de miles de personas en las grandes ciudades del mundo, incluida la Ciudad de México.

Acérquese a Humboldt y a su obra. Si ya conecta con la naturaleza lo hará con mayor intensidad. 

Si no, se animará a salir a nuestro desierto, a nuestros cerros y a nuestros ríos. Lea “La invención de la naturaleza” de Andrea Wulf.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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