Nuestras ciudades están ahora mismo plenas de explosiones. De colores y de olores. El dulce perfume del Huizache asalta la nariz de quien se acerque a uno.
Un perfume dulce, proveniente de unas pelotitas amarillas que le cambian el ánimo a cualquiera. Lo cambian para bien y para arriba, a menos que sea un miembro del colectivo de los alérgicos.
Torreón jardín tiene una breve calle que lleva el nombre antiguo del género del Huizache: la calle Acacias. El nombre científico del Huizache era Acacia farnesiana.
La calle Acacias existe solo entre Central y Laguna Sur. Justo a la mitad de cuadra hay un viejísimo huizache, de más, mucho más, de un siglo de edad.
Eran dos, pero su camarada murió o fue talado hace unos años. Siempre me he preguntado si los Huizaches, que ya estaban ahí cuando se hizo la colonia, dieron el nombre a la calle que pudo haberse llamado Abedul, Alhelí, Azalea, Albahaca, Amapola o Almez, pero fue Acacia.
El Huizache, llamado Aromo en otras partes de México, ya no es Acacia. La ciencia avanza, las herramientas de la genética se ponen al servicio de la taxonomía y el fragante árbol de nuestro monte y de nuestras calles es ahora Vachellia.
El nombre huizache, por otro lado, viene del Náhuatl y quiere decir “muchas espinas”. Nombre que proviene no de la breve temporada que da su perfume y su amarillo, sino de sus constantes espinas.
También mediando febrero sorprendió la tardía floración de la Pata de Vaca, Bauhinia variegata, leguminosa de origen asiático.
Por algunas semanas llenan nuestras calles de color. Hace no muchos años nos sorprendió floreando temprano, a finales de diciembre.
Tampoco falta mucho para que nuestras calles se engalanen con el lila de la profusa floración de la Jacaranda, Jacaranda mimosifolia, otra leguminosa pero ahora sudamericana.
Tomemos un respiro para ver y oler estos despliegues tan públicos de la vida y apreciemos nuestras calles y nuestros espacios públicos. Conectemos con los otros seres con los que cohabitamos, que buena falta nos hace.