1. Si a nivel nacional crece la incertidumbre, entre las clases medias y poderosas, sobre el rumbo político –con sus implicaciones económicas y sociales– que seguirá nuestro país a mediano y largo plazo, en la localidad estamos ante una degradación de la política nunca antes vista, al menos por quien esto escribe. El desaliento es mayúsculo, mezclado con una rabia contenida. ¿Cuál es la razón…
2. … de tal descrédito en una actividad que, desde Platón, se concibió como dignificante del ser humano? Una respuesta fácil, de esas que apuntan todas las culpas hacia los otros, colocaría a nuestros gobernantes y al Congreso del Estado como los responsables de esta declinación. Decepciona a miles de ciudadanos, quienes votaron en contra de la partidocracia, el haber confiado y haber sido engañados.
3. La otra fuente de esta debacle se encontraría en los diputados locales. Sin importarles mínimamente lo que quieren sus electores, esos a los que representan, se dedican al juego de las sillas y cambian de partido político como de chamarra, en el más burdo pragmatismo. Van a la cama como priistas y se levantan morenos. Un día son del Movimiento Ciudadano y al otro pertenecen al Partido del Trabajo.
4. No les interesa ya respetar las siglas de sus partidos ni las ideologías que los sustentan. Lo que importa es ganar posiciones, y con ellas presupuestos, para seguir maquinando acuerdos y alianzas en su beneficio, no en el de la ciudadanía. Los membretes partidistas son solo eso, emoticones carentes de significado, siglas que otrora despertaron simpatías e ilusiones, militancias y responsabilidades.
5. ¿Ellos, entonces, son los culpables de este descalabro vivido por la política local? Creo que esas mezquinas actitudes ayudan, pero yo apunto, más bien, al generalizado desinterés ciudadano por participar en aquellas cosas que nos atañen. El elector se siente responsable con acudir a las urnas el día de los comicios, con enseñar orgulloso su dedo pulgar manchado, para después tomarse unas vacaciones…
6. … democráticas por tres años. Mientras optemos solo por el coraje hacia la clase política, por el comentario amargoso con familiares y amigos, por la lejanía hacia los problemas sociales que nos competen, asistiremos, como mudos floreros, al despeñadero de una democracia todavía incipiente, y que exige más actores y menos espectadores, más participación propositiva y menos observación pasiva.
7. Cierre ciclónico. No nos sorprende. Regresando después de visitar varios países africanos, Francisco de Roma se refirió a lo que se ha venido comentando en los últimos meses, en los círculos vaticanos: la posibilidad de una división en la Iglesia Católica, encabezada por los sectores más conservadores de la misma. “No le tengo miedo el cisma”, dijo el Papa argentino. No le tiene miedo.
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