Cultura

Ante el desierto

"El desierto crece —escribió Nietzsche—, ay de aquel que alberga desiertos". En La emboscadura, uno de sus ensayos teóricos acerca de la época actual y cómo encararla, Ernst Jünger describe ese desierto como el punto medular del sufrimiento moderno, el gran vacío de una civilización materialista, de relaciones hueras y fines inmediatos, anodinos. El desierto avanza, aumentan sus anillos estériles y desaparecen aquellas zonas antes llenas de sentido donde ahora reina el miedo, "uno de los síntomas de nuestro tiempo", y "la gran soledad de la persona singular" cercada por el miedo. Tales terrores y aflicciones, no sólo debidos a los conflictos históricos, se convierten en preguntas apremiantes para el ser humano. Y "nadie puede eximirlo de la respuesta".

El bosque, donde se ocultan los emboscados, es un lugar de quietud, y quien ahí se refugia no lo hace como un acto extravagante o romántico sino como una decisión de libertad interior frente a la época canalla de estos días y su destrucción del ser. En la antigua Islandia al hombre que entraba en conflicto con la sociedad le quedaba como último recurso retirarse al bosque para vivir de sus propias fuerzas, apoyado en sí mismo y siendo su sacerdote, su médico, su juez.

Jünger asume el concepto de emboscadura en un sentido más amplio y considera el bosque un lugar espiritual, metapolítico. Habiendo bosque en los desiertos y en las ciudades, en la soledad y en medio de la gente ("El hombre entre la multitud" de Edgar Allan Poe podría aludirlo), la emboscadura es antes un alcance interior que un desplazamiento físico.

Y la metapolítica (un pensar más allá de lo político para integrarlo a una complejidad mayor) es una acción que abarca todos los ámbitos existenciales, emprendida por aquel que se propone llevar a cabo una lucha "que acaso carezca de perspectivas", oponiéndose por ejemplo al automatismo y a su "consecuencia ética", el fatalismo, auxiliado por lo que Jünger llama las tres grandes potencias: el arte (la creatividad), la filosofía (la reflexión) y la teología (la consideración del más allá).

Dos pensadores, René Guénon y Julius Evola, que entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial se ocuparon de lo espiritual por encima de lo ideológico y lo material ante la crisis del mundo moderno y de la posmodernidad, ante la inmanencia e inminencia del fin de la época, ofrecieron una interpretación y una perspectiva distintas del momento histórico. Guénon propuso el regreso a una tradición perenne, fundirse con ella aceptando una realidad escatológica, terminal, para estar dispuesto a comprender y mirar el cataclismo del Kali-Yuga en curso, la edad final, y así actuar en consecuencia.

Evola, corresponsal italiano de Jünger, se planteó la disyuntiva contemporánea de ser un "tradicionalista sin tradición", vivir una vida espiritual en un mundo sin espíritu y rebelarse contra el mundo moderno con la conciencia de que ninguna rebelión podría superarlo masivamente. Al ocuparse del sujeto del Kali-Yuga lo llamó "el hombre diferenciado", "el hombre entre las ruinas" o, con un término ejemplar, "el que cabalga al tigre de la época". Ese que permanece de pie ante una circunstancia de la que no puede escapar ni cambiar pero ha de atreverse a enfrentar.

El bosque, dice Jünger, es un lugar secreto en el que se puede confiar. Habitarlo aquí y ahora, en medio de la "realidad", es una metáfora de la realización espiritual que antiguas tradiciones enseñaban en condiciones más propicias que las actuales.

Un autor contemporáneo subraya la sorpresa de encontrar un puñado de "pensadores poderosos" que se desvinculan del paradigma antiespiritual y materialista para proponer una diferenciación consciente y completa de la cosmovisión, la conciencia y el estilo de vida personales, el cambio de uno mismo en el presente.

Ese cambio conduce a una relación diferente con el Ser, con la realidad fundamental de las cosas, con lo que les confiere existencia y sustancia, no como una nueva "opinión" sino como una forma distinta de la cultura personal. Son aquellos justos enumerados por Borges en su luminoso poema, los silenciosos y bien hechos que salvan al mundo buscando tal pasaje al bosque en su interior.

Un nombre para ello es "optimismo escatológico": decidir ser y permanecer humano en un mundo inhumano, asumiendo el significado de la propia finitud y mortalidad. Romper con el mundo moderno en el mundo moderno. Negarse a ser parte de la mentalidad predominante de policía de uno mismo que interviene en su aniquilación y en la de los demás.

Épocas como la nuestra exigen elecciones morales. El emboscado hace la suya y atraviesa por su propia fuerza el meridiano cero, según resume Jünger en su glosa final. Acepta su condición solitaria y vence el miedo a la muerte. La emboscadura representa alcanzar una conducta que está más allá de la catástrofe. Las personas libres son poderosas. Su poder siempre es interior.

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Fernando Solana Olivares
  • Fernando Solana Olivares
  • (Ciudad de México, 1954). Escritor, editor y periodista. Ha escrito novela, cuento, ensayo literario y narrativo. Concibe el lenguaje como la expresión de la conciencia.
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