Cultura

La deriva

“¡Cuántas veces, a través de los tiempos, será interpretado en lenguas desconocidas el drama sublime que estamos creando, ante un público que aún tiene que nacer!” Esta frase es dicha por Guy Debord en su película de 1978 In girum imus nocte et consumimur igni, un palíndromo en latín que significa “Damos vueltas por la noche y somos devorados por el fuego”.

Huérfano de padre a los cuatro años —una cicatriz existencial, punto catástrofe que marca la vida irremediablemente y obliga al huérfano a hacerse de inmediato padre de sí mismo, con los riesgos e inmensas dificultades que ello significa—, el legendario fundador parisino de la Internacional Letrista y después de la Internacional Situacionista, filósofo, escritor y cineasta, autor del ahora clásico La sociedad del espectáculo, se suicidó el 30 de noviembre de 1994 con un tiro en el pecho o en la cabeza, según versiones, aquejado de una grave polineuritis alcohólica.

La Internacional Letrista se dio a conocer masivamente mediante un boicot a Charles Chaplin en 1952 durante una conferencia de prensa con motivo de su película Candilejas, cuando Guy Debord, en compañía de otros miembros del movimiento, distribuyó un texto suyo en el que calificaba al comediante como un “estafador de sentimientos y chantajista de sufrimientos”.

En esta repulsa, que terminaba con un “¡Váyase a casa, señor Chaplin!”, se bocetaba ya la crítica de Debord al espectáculo en la sociedad capitalista contemporánea donde el espectador contemplaba pasivamente imágenes y representaciones y Chaplin, un ícono popular, ejemplificaba esta alienación colectiva.

De ahí se originaría la Internacional Situacionista, una forma radical para ser actores de la Historia y no sus espectadores, a través de la creación de situaciones definidas como la construcción concreta de ambientes y momentos específicos de la vida con una calidad existencial superior.

Esa construcción de situaciones significaba una herramienta política de crítica a lo existente y de transformación concreta de la vida personal y colectiva. Por ello la condición de estratega que se le atribuiría a Debord, pensador marxista imbuido de autores como Baudelaire y los surrealistas.

La Internacional Letrista, inspirada por Isidore Isau, proponía desmontar el mundo como es para construir otro cuyo énfasis residiera en la creatividad y no en la economía, en una nueva manera de vivir. Los situacionistas, herederos aún más radicales, subrayarían entonces la necesidad de “politizar y renovar —extinguir— el arte y la política”.

En la revista Potlach (“dar”, “regalar” o “regalo” en lengua indígena americana), la cual con un pequeño tiraje de 400 ejemplares sería determinante para preparar la insurrección estudiantil francesa que haría explosión en 1968, Debord y otros autores pondrían en circulación el término de Psicogeografía: los efectos y las consecuencias del ambiente geográfico en la psique de las personas, y en él la teoría de la Deriva: “una técnica de paso ininterrumpido a través de ambientes diversos”. Un paseo sin rumbo donde el medio urbano creaba sus propios caminos.

Guardando ecos del flâneur de Baudelaire y Benjamin, paseantes de la ciudad mirándola como un texto a la manera de buscadores de símbolos aparentes y ocultos en temprana resistencia ante la alienación citadina, la deriva situacionista obedecía también a otros impulsos peripatéticos, desde la peregrinación ecuánime del budismo hasta la epifanía nietzscheana por el bosque: solo mirar, inclinarse ante el azar y estar desprevenido.

Como todo profeta, Debord tuvo razón ya cumplido su oráculo cuando sobrevino la época de las “multitudes solitarias”. Su veredicto fue implacable sobre la sustitución de la experiencia encarnada que une a la gente entre sí por las imágenes fugaces y especulares del espectáculo que reemplazan la experiencia por la representación, el método más perfecto de explotación y esclavitud posible, según Aleksandr Duguin, porque la gente está encadenada al mundo de las imágenes: así, dice, es como ha vencido definitivamente a la Vida.

La acumulación incesante de imágenes —escribió Debord en La sociedad del espectáculo— da al espectador la sensación de que todo está permitido, pero al mismo tiempo le inspira la certeza de que nada es posible. El mundo contemporáneo es un museo donde el principal guardián es la propia pasividad de los visitantes”.

Después de la derrota de 1968 Debord dejó de prestar atención a la IS, que se disolvió en 1972. Publicó algunos artículos y rodó algunas películas, pero su intransigente crítica al sistema fue engullida por el sistema. Su obra se volvió un clásico muy referido y escasamente leído. Su “intensa y aterradora” crítica se convirtió en un descafeinado lugar común.

Y sin embargo, hoy su obra vuelve a ser pensada. Así la muerte ahora gobierne al mundo “con tanta absolutidad”. Habrá otra práctica de la deriva hasta hacerse vida concreta, facticidad.


AQ

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Fernando Solana Olivares
  • Fernando Solana Olivares
  • (Ciudad de México, 1954). Escritor, editor y periodista. Ha escrito novela, cuento, ensayo literario y narrativo. Concibe el lenguaje como la expresión de la conciencia.
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