Cultura

Extra-vagancias

De lo impensable. Cuenta Martin Müller que la primera disertación pública de Borges en marzo de 1949 le fue obligada por apremios económicos. Tuvo que vencer su profunda timidez tomando antes una copa de vino, y con los ojos cerrados y las manos entrelazadas habló sobre Nathaniel Hawthorne. Confesaría después que sólo había pensado en voz alta; prefirió llamar clase y no conferencia a la lección magistral, un alarde de precisión verbal y memoria logrado mediante un método inesperado: antes de empezar a hablar Borges sentía establecer con la gente “una trasmisión de pensamiento —mejor dicho, una trasmisión de sentimiento”. De lograrlo (que siempre lo lograba) todo saldría bien. Eran actos encantadores que iban más allá de la razón: supra razón: transmitir, mediante el pensamiento, el sentimiento de una geometría donde la literatura es el universo soñado, así parezca real siendo irreal. La literatura como un sueño de lo real.

Estos días. Dirá William Blake que el hombre ha de ser un artista para salvarse. Es decir, un artista que ejerza el arte de la salvación. Blake es un moderador de Emanuel Swedenborg, a quien Borges llama, ejerciendo superlativos, el hombre más extraordinario que la historia debiera registrar. Sacerdote luterano, después científico, carpintero ebanista, tipógrafo, senador del reino sueco, a los 55 años recibe una revelación: la visita de Jesús. Después de ella se convierte en viajero —relator, teólogo fantástico pero siempre realista— del más allá. Su innovación radica, explicó Borges, en anunciar que la salvación no es solamente de carácter ético, que un hombre tiene que salvarse también intelectualmente. Cristo fue un artista porque predicó mediante parábolas, que son expresiones estéticas. De ahí que Blake, el moderador de Swedenborg, escribirá que “El tonto no entrará al cielo por santo que sea”. Y también que “Hay que descartar la santidad; hay que investirse de inteligencia”. En un plano menos determinante diríase que no basta hoy saber sobre el mundo si en él no se sabe de geopolítica. Antes que una necesidad para la trascendencia significa una herramienta indispensable para la comprensión. Swedenborg, Blake y Borges concordarían: entender aquí es pertenecer allá.

Contrarios en complemento. Ayer fue un oxímoron, hoy tiene otros alcances. Un conservadurismo liberal gana terreno como definición política y pertenencia ideológica. Conservador en cuanto a aceptar que las jerarquías sí existen, tanto en el cosmos, la naturaleza, el arte y el conocimiento, la vida pública o la organización social. Se trata de la autoridad legítima (“Nadie es más que otro si no hace más que otro”, dice el Quijote a Sancho), no de la autoridad ilegítima, hoy pululante y tan común. Liberal en cuanto a asumir que hay derechos humanos universales que los estados deben proteger. Conservador en cuanto a entender la sexualidad como un ámbito de la vida privada y no como una definición ontológica, sujeta a una moral básica en la cual quienes la ejercen lo hacen voluntariamente y en igualdad de condiciones. Liberal al aceptar la polimorfia de sus manifestaciones. Conservador en cuanto al rechazo de su masiva y comercial ostentación. Liberal en cuanto al respeto de las preferencias. Conservador en cuanto a la biología, un ámbito no ideológico. Liberal en cuanto a la comprensión del género como una modelación social. Conservador en cuanto a la cultura asumida como el cultivo del ser a lo largo de las épocas. Liberal en cuanto a las formas contemporáneas de su expresión. Conservador en cuanto a la cortesía, la amabilidad y el respeto a los demás. Liberal en cuanto a la (casi) irrestricta libertad de expresión. Conservador en cuanto a la visión cíclica de la historia y la esperanza en el gobierno de los mejores, los aristócratas del espíritu, los ascetas del poder. Liberal en cuanto al diálogo como el arte político de mirar juntos. Y significa más: opuestos que dejan de ser tales, otras síntesis como estrategia común de salvación.

De la decadencia. El nihilismo occidental lleva al mundo a la guerra. Enajenado en el abismo apocalíptico y obedeciendo su significado escatológico: punto cardinal donde se pone el sol, Occidente es la cuenta corta de la historia dominada por el sangriento imperio anglosajón-sionista orwelliano que se enfrenta hoy a la cuenta larga de los Estados-Civilización: Rusia, la tercera Roma, China, el país milenario, e India, la cuna ancestral. Las tres potencias representan el nuevo orden multipolar. Son la primera, tercera y cuarta economía mundiales, tres de los cuatro mayores poderes militares, suman tres mil millones de habitantes y proponen cooperación, respeto mutuo, diálogo, comercio equitativo y desarrollo común. Los anglosajones, en cambio, teorizan sobre la “iluminación oscura” y un “dictador-CEO”, monarca de una próxima monarquía posmoderna que instaure un dominio mundial. El futuro posible será otra sintaxis, una geopolítica de la civilización. O el mundo terminará en el intento.


AQ

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Fernando Solana Olivares
  • Fernando Solana Olivares
  • (Ciudad de México, 1954). Escritor, editor y periodista. Ha escrito novela, cuento, ensayo literario y narrativo. Concibe el lenguaje como la expresión de la conciencia.
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