La corrupción es un cáncer que corroe lo más profundo de la sociedad mexicana principalmente en las instituciones públicas, llámese todos los gobiernos. Su costo medido puede llegar a ser el 10% del Producto Interno Bruto, o sea 1.5 billones de pesos, esto según el Centro de Estudios Económicos de Sector Privado, ¡¡SI 10 % de la economía mexicana!! Una barbaridad.
En una escala de 0 a 100, México está en 35; medido entre los países estamos en el lugar 95 de 168, según Transparencia Internacional y de los países de la OCDE somos el peor. De ese tamaño es el problema, y la solución está muy, pero muy lejana.
Más del 80% de los mexicanos lo consideramos un gravísimo problema, que crece con la complicidad de las autoridades, quienes en la mayoría de los casos son partícipes. Coahuila no es la excepción, aquí el cinismo y la soberbia no tiene límite, ellos nos ven como unos bichos raros cada vez que levantamos la voz para señalar tal o cual caso que se hace público.
Vemos como se enriquecen los “servidores públicos”, abanicándose con billetes de alta denominación, sintiéndose una raza especial, elevada del resto de la sociedad. Lo hemos señalado muchísimas veces, pero no tienen limite, pero que podemos esperar de los súbditos, si el que debiera de poner el ejemplo ya tuvo su vergonzoso escándalo con la famosa Casa Blanca que nadie se creyó.
Ahora crearan el Sistema Nacional Anticorrupción, que debería ser el principio del fin del citado cáncer, pero resulta que a la hora de implementarlo, siguen los manoseos por parte de las autoridades, esto para controlar dichos organismos, que en teoría estarían para vigilarlos a ellos.
Crearán Tribunales de Justicia Administrativa, con magistrados que durarán 15 años, que muy seguramente cuidarán a quien los nombro, dándoles protección por ese periodo de tiempo. También habrá un Comité de Participación Ciudadana para vigilar y por supuesto está siendo creado a su agrado y tendremos un Fiscal Anticorrupción, muy cuestionado.
Literalmente los gobernantes están en pie de guerra para no permitir lo que parecería ser un gran avance. El botín es muy jugoso como para dejarlo ir, no hay duda son una lacra social.
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