Cultura

Las metamorfosis: El amor imposible entre Dafne y Apolo (1)

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  • Las metamorfosis: El amor imposible entre Dafne y Apolo (1)
  • Fernando Fabio Sánchez

Dafne, la hija de Peneo, fue el primer amor de Apolo, dios de la música, el sol y la adivinación. No ocurrió por obra del azar, sino por venganza de Cupido.

El hijo de Venus se hallaba enojado con Apolo desde el momento en que, habiendo tensado la cuerda y el arco para atacar a la serpiente Pitón, este le dijo:

“¿Qué te piensas, pequeño duende, esgrimiendo armas de hombres de guerra? Ese arco debería colgar de mi hombro. 

Puedo acabar con puntería exacta a cualquier bestia; puedo herir de muerte a cualquier enemigo, como ahora que lancé una lluvia de flechas contra la gran Pitón y rajé su vientre, extendido ya en la amplitud del campo”.

“Deberías conformarte con el uso de la antorcha para encender el amor. Deja ya de reclamar la gloria que a mí me corresponde”.

A lo que Cupido respondió:

“Febo, tus flechas pueden hacer presa de todo lo demás, pero la mía llegará a ti y nada podrás hacer. 

Así como los dioses son superiores a cualquier animal, así será mi gloria sobre ti”.

Aquello habló y, batiendo sus alas con ímpetu de venganza, puso pie en una cima del Parnaso. 

Allí jaló dos flechas de su carcaj: una disipaba el amor; la otra lo impulsaba. 

Una carecía de filo y el plomo forjaba el astil. La otra estaba hecha de oro y su punta resplandecía.

Cupido flechó a Dafne con la primera y encajó la segunda en la médula de Apolo.

Uno de ellos amó y el otro se volvió esquivo hasta del mismo nombre del amor. 

Era Dafne, regocijada en lo profundo del bosque, vestida con la piel de las bestias que ella misma había cazado, seguidora de la virginal Diana; Dafne, la del cabello desordenado hacia atrás, atado apenas con una cinta.

Muchos la pretendieron, pero no había hombre al que ella tolerara. Los había rechazado a todos y se había dedicado a recorrer el bosque sin caminos, sin pensar en Himeneo ni en Amor.

Su padre le decía: “Consíguete un esposo”. Y apuntaba: “Me debes nietos, hija mía”. 

Sin embargo, ella despreciaba las nupcias como al pecado mismo. 

Y su hermoso rostro se sonrojaba cuando, colgada del cuello de su progenitor, le decía: “Oh, papá, permíteme gozar de mi estado virginal por siempre, tal como el padre de Diana se lo ha permitido a ella”.

¡Oh, Dafne, la soledad te separa de tu propio deseo! ¡Tu belleza es contraria a tus plegarias!

Apolo amó a Dafne con una sola mirada y no tuvo más deseo que desposarla. 

Como el campo al amanecer, se llenó de luz y flamas y su corazón ardió, alimentando inútilmente aquella pasión. 

Supo entonces el dios que había una flecha más certera que la suya, la que había clavado Cupido en su corazón.

*Traducción y selección personal de “Metamorphoses”: Ovidio (Hackett; trad. Stanley Lombardo).

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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