Cultura

La restauración del día

  • 30-30
  • La restauración del día
  • Fernando Fabio Sánchez

Los días se han tornado largos, luminosos y calientes. Vamos hacia el verano. Entre elecciones y órdenes ejecutivas, el ambiente político en México y Estados Unidos está muy agitado. Lo intensifica el fervor de la ideología, robándonos la transparencia de ser.

Al fin, somos una máquina de carne y huesos que tiene que vivir el día en el microcosmos de la mente. Escribo aquí para aquellos que busquen una pequeña ventana de optimismo en el hastío de los días.

Qué mejor que hacerlo con música: una pieza de cámara de seis minutos de duración, compuesta por George Frideric Handel en 1740, basada en unos versos de Shakespeare de “La tempestad”.

Se titula “As steals the morn upon the night” (Mientras el alba sigilosa se sitúa en la noche) de L'Allegro, HWV 55, disponible en YouTube.

Esta pieza presenta a un dúo de solistas, una soprano y un tenor, acompañado de una orquesta barroca.

Sobresalen entre los instrumentos el oboe y el fagot solistas que anticipan y reflejan las líneas vocales, creando un diálogo con los cantantes.

El tono es lírico, íntimo y dulce. Cuenta la historia del amanecer.

En este relato, la noche simboliza incertidumbre, como si fuera el embrujo de un hechicero, que de pronto acaba.

Las cuerdas recrean el instante del amanecer, y el oboe emprende su marcha y luego es alcanzado por el fagot, consumando así el milagro de la luz.

La soprano canta en inglés: “Mientras el alba sigilosa se sitúa en la noche/ y derrite todas las sombras”.

Y apenas termina, el tenor repite el primer verso y la soprano se une en el segundo, para enfatizar que las sombras, después de una batalla entre la oscuridad y la luz, han perecido.

El oboe y el fagot retoman la danza, entrelazándose también en su diálogo.

En este punto, los versos evocan —con resonancia barroca— el “Primero Sueño” de Sor Juana: “De esta manera, la verdad disuelve el hechizo de la fantasía / y levanta la razón para vencer / los vapores nocturnos que velaban la mente”.

Cada palabra se eleva como una torre, o una columna de fuego: el sol.

Las voces siguen imitándose y se complementan en contrapunto, dramatizando el duelo de la razón —ya superado— entre la claridad y la bruma.

Esta danza nos prepara para una revelación. Hay un propósito para la victoria de la luz. Los cantantes dicen: la verdad disuelve la oscuridad, “restaurando el día intelectual”.

Los versos anteriores se repiten para llegar al mismo punto, clamando como una letanía, un mantra o una súplica: la verdad disuelve la oscuridad, “restaurando, restaurando, restaurando el día intelectual”.

Después el oboe y el fagot toman el escenario, amplificando el verso cumbre, como lo hace el sol o el vuelo de un ave en el cielo.

La música ha resignificado la aurora. Limpió los sentidos, ofreciéndonos un escenario con propósito para existir.

Ya no solo es otro día. Como un pequeño filósofo o demiurgo, contemplamos el triunfo de la duda ante la incertidumbre, la acción sobre la indiferencia y el sentido del ser sobre la negación.

Escuche esta joya, estimado lector, y sienta por medio de la música lo que las palabras apenas pueden sugerir. El día intelectual nos espera.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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