Tuve la fortuna de vivir en Hermosillo hace ya más de 34 años. Lo que deja ese tipo de experiencias es la acumulación de capital humano por la vía de cultivar relaciones y luego cosechar amigos, que con el paso de los años se conservan, a fuerza de mantener el contacto vivo. Hoy regreso a este terruño que es como mi segunda casa, tierra alterna a la mía, Torreón, para refrendar esos lazos que con el paso del tiempo son más fuertes y que avalan que la amistad es indisoluble y ajena al peligro de la distancia.
Hermosillo y Torreón son como ciudades hermanas, almas gemelas, no solo por la influencia del desierto y el calor tan abrazarte o por los cerros pelones, sino por sus actividades económica: la agricultura y ganadería, la industria maquiladora y el comercio. Ambas ciudades con más de 700 mil habitantes, enmarcadas por una moldura similar, de hoja de oro, labrada por el sol intenso.
Tengo la fortuna de llegar a casa de mi hermano Enrique y mi querida cuñada Lucía, cuya hospitalidad es de a kilo y su compañía inapreciable. Luego recorro la ciudad en el pick up del Camote y voy al reencuentro de los amigos, algunos compañeros de aquella aventura de Banamex y otros simplemente amigos surgidos de la convivencia diaria.
Rindo tributo a ellos por su generosidad de concederme su amistad, pues se dice fácil pero no lo es, transitar la vida año tras año conservado ese capital. Amigos como Rolando Tabares, gran abogado y excelente conversador; Jorge Quiros, compañero de chamba, ex socio y hoy empresario de mucho éxito; Javier Tapia, sonorense de cepa, hotelero de abolengo y amigo cuya generosidad es muy alta; Humberto Romo, ex compañero del Banco, incansable luchador y prototipo del tipo informado y actual; Felix Tonella y Roberto Gómez del Campo, empresarios de una pieza, innovadores y arriesgados, antiguos clientes y amigos entrañables con el paso del tiempo; Ismael Verdugo, gran banquero y formador de gentes, cuya bonhomía era y es memorable; igual caso el de Luis Teodoro Peralta y Miguel Mejia, político y politólogo sonorense, empresario restaurantero y amigo de años.
Ellos son un buen ejemplo de lo que es Sonora: trabajo, tesón y ganas de vivir.
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