Las mujeres indígenas ingresan cada vez más al mercado laboral, como trabajadoras independientes o asalariadas. Sin embargo, ante oportunidades laborales limitadas en las comunidades de origen, se ha incrementado la migración a lugares urbanos en busca de empleo.
Integrarse al mercado laboral permite a las mujeres indígenas empoderarse ante el control de sus familias y comunidades, pues al ganar dinero obtienen mayor autonomía y poder de decisión en sus hogares. A pesar de ello, ingresan a la fuerza urbana de trabajo con poca o ninguna educación formal y se enfrentan a nuevos desafíos, incluida su adaptación a la vida urbana y a la difícil conciliación del trabajo con las responsabilidades familiares.
En Nuevo León hay un poco más de 325 mil mujeres indígenas, que representan el 49.5% del total de la población indígena residente en la entidad, según estimaciones realizadas con la Encuesta Intercensal del año 2015. Tienen una tasa de participación en el mercado laboral de 38.3%, magnitud que se sitúa por debajo de la mitad del valor de la masculina (76%). Este indicador muestra el grado de inequidad relativa alcanzado por los hombres y las mujeres en el acceso al trabajo extradoméstico, lo que pone en evidencia que las mujeres indígenas tienen un acceso insuficiente al mercado laboral.
Aunado a la precariedad de las condiciones en las que se insertan al trabajo, las mujeres indígenas enfrentan la discriminación y los prejuicios racistas de parte de otros trabajadores y empleadores, sobre todo cuando usan sus vestidos tradicionales, dejándolas en condiciones de aún mayor vulnerabilidad.
Para superar los problemas que enfrentan las mujeres indígenas residentes en la entidad, es urgente invertir en la construcción de una sociedad que se reconozca como multiétnica y avance hacia la igualdad de género en el mercado laboral, que brinde opciones de trabajo decente para las mujeres indígenas, con protección social y sistemas de cuidado.
JOSÉ ALFREDO JÁUREGUI DÍAZ
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