Después de dos fracasos seguidos del presidente de la República, que son la poca participación en la revocación de mandato y la falta de votos para lograr la aprobación de la reforma constitucional en materia energética, debemos evitar caer en la trampa de aprobar algunos cambios cuando lo que el mandatario pretende es derribar la casa.
Ahora, siguiendo el manual, aumentará el discurso polarizador con el cual no se rinden cuentas de las acciones de gobierno ni se abren a la transparencia las decisiones de la administración pública. Mucho menos se toma responsabilidad de lo que se dice y sus consecuencias.
Resulta desconcertante que, en un país azotado por la violencia, la política, que es un espacio de disenso, enmarcado por el diálogo con argumentos y razones, estos brillen por su ausencia. Cuando la lógica del poder personal manda es normal pedir fusilamientos, aunque sean de manera retórica, con el fin de seguir nutriendo un falso debate del nosotros contra los otros, en que todos salimos perdiendo.
Por eso, mientras la propuesta sea seguir denostando al INE o incluso dinamitarlo para crear un instituto a modo la respuesta debe ser clara: no. En una democracia como la nuestra, en vías de consolidación, no se puede permitir que el sistema electoral y de partidos sean vulnerados para favorecer a un régimen que puede aspirar a la hegemonía. Debemos cerrar la puerta a todas las expresiones antidemocráticas y no hay nada más antidemocrático que acabar con el pluralismo de voces, de opiniones, de formas de pensar.
La trampa es cargar los costos de gobierno a los adversarios, porque siempre será la forma en la que saldrá limpio, sin culpa; mientras los otros son unos traidores a la patria y los responsables originales de esta desgracia; ¿a cuál patria? Pues a la única patria que debe existir, la que es encarnada por un solo hombre, la patria en que el contrapeso sea un adulador que en las reformas no cambia una sola coma.
Ganar perdiendo ha sido parte de la constante de este gobierno, donde “la crítica objetiva” señala uno o dos errores de periferia para seguir justificando las acciones necesarias para concretar la tan ansiada cuarta transformación, que es otra vez caer en la trampa, reconocer la paja en el ojo ajeno para justificar la viga en el propio ojo.
En democracia nadie gana todo, ni nadie pierde todo, es parte de su esencia misma, dar voz a todas las personas que intervienen, que intervenga el mayor número de ciudadanos, ver sus propuestas y acercarlas a generar soluciones. Porque la democracia se basa en el conflicto y en respetar las reglas para convertirlo, entre todos, en acuerdos. Pensar que un solo proyecto político puede abarcar la vida democrática de todo un país, es no entender cuál es el México en el que vivimos, cada vez más plural, que exige alternativas no solo nacionales, sino que, desde lo local pide construir alternativas y eso es lo que intentamos desde Hagamos.
Ante la propuesta de la reforma constitucional electoral que ya se presentó, llamamos a no caer en la trampa de aceptarlas para luego matizarlas, en la trampa de la polarización sin argumentos, en creer que disentir es de traidores.
Para cerrar retomo la idea de la película El callejón de las almas perdidas: “Cuando un hombre se cree sus mentiras, es cuando realmente se siente poderoso”. Lo que está en juego es nuestro presente y el inquilino de Palacio Nacional lo tiene muy claro: o es con él o en su rancho.
Ernesto Gutiérrez