Política

De Cantinflas a la revocación

La consulta de este domingo fue un fracaso. Así, sin matices. No cumplió con ninguno de los atributos que debería tener un proceso de participación ciudadana. Nadie sabía las consecuencias del voto. Todo quedaba a discreción del Presidente. Tan es así que, a pesar de haber quedado 33 puntos por debajo de la votación mínima vinculatoria, López Obrador dijo que no se descartan acciones judiciales contra los expresidentes. Ya lo sabemos: él y las leyes no se llevan bien. Una consulta sin deliberación. Sólo se debatió sobre la legitimidad del ejercicio, pero nada de las consecuencias. Y, la cereza en el pastel: un nivel de abstención del 93%.

La ciudadanía le dio la espalda a un ejercicio de simulación y tomadura de pelo. La pregunta, que es la columna vertebral de un proceso de estas características, es un monumento a la indefinición. Incluso, hay quien quiso decir que detrás de la pregunta se encontraba un supuesto “proceso de justicia transicional”. Queda claro que el realismo mágico es fecundo en nuestro país. ¿Transición de qué a qué? ¿De una democracia corrupta, como la que hemos aguantado en México por décadas, a una democracia virtuosa, como la que todos los días promueve AMLO? ¿Neta? Es asombrosa la imaginación de algunos cuando quieren legitimar ocurrencias. La realidad es que el Presidente quiere mantener vivo el recuerdo del viejo régimen como mecanismo narrativo para que su Gobierno no luzca tan mal como la realidad lo pinta. Nació como propaganda y así murió.

Ahora, se abre el telón de la consulta sobre la ratificación o revocación de mandato del Presidente. Ésta sí será una consulta auténtica. Bueno, al menos que la Suprema Corte acuerde una pregunta estilo Cantinflas para confundir a la ciudadanía, pero quedar bien con López Obrador. En la consulta de marzo de 2022 sólo hay de dos sopas: o quieres que AMLO concluya su mandato o quieres que se vaya al cuarto año. Debo admitir que creo que estos instrumentos deberían ser activados por la ciudadanía –cuando están frente a un mal Gobierno– y no por el gobierno mismo, pero a diferencia de la consulta del domingo pasado, la revocación de mandato es un proceso con certidumbre en las reglas, en las consecuencias e incertidumbre en el resultado. Como lo mandata el canon democrático.

Para el Presidente, la consulta de este domingo fue un ensayo con vistas a su momento cumbre que es marzo de 2022. Más que la elección intermedia, superar positivamente la consulta de revocación de mandato le daría al Presidente oxígeno de cara al final de sexenio. Fuerza política que necesita para no ser un “pato cojo” prematuro ante la inevitable sucesión presidencial. No tengo claro la masividad del ejercicio, pero no me queda duda que atraerá más voluntades que la malograda consulta sobre los expresidentes.

Hay quien cree en la opinión pública que la democracia directa es simplemente poner urnas y que la gente opine. Si así fuera, hasta la larga noche priista podría haber sido considerada democrática. La realidad es que la democracia directa exige decisión, pero también deliberación y claridad en las posiciones. Un ejercicio sustentado en la mentira (¡juzgar a los expresidentes!) no es democrático. López Obrador tuvo un revés innegable.

Comienza el camino hacia la madre de todas las batallas: el proceso de revocación de mandato. Ahí si vale la pena participar, ya sea para votar Sí o No, porque sabemos a qué nos atenemos con nuestro voto. Votar a ciegas y como credo de fe en la voluntad bondadosa del líder es propio de serviles y no de ciudadanía libre.


Enrique Toussaint 

@eftoussaint


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