“Siempre he descubierto que la compasión rinde más frutos que la justicia estricta.”
Abraham Lincoln
Durante la Revolución mexicana, una de las batallas que más marcaron ese pasaje de la historia, por su crueldad y consecuencias fue la Toma de Zacatecas, convirtiendo a lo que un día fuera un estado boyante y próspero, en una película de horror parecida a la serie de The Walking dead. Cadáveres de seres humanos, caballos, perros y otros animales tapizaban las carreteras del Estado.
Lo anterior, comenzaba a provocar, además de una terrible crisis de salud pública una depresión entre la sociedad, sin embargo, el gobierno estaba tan débil y falto de recursos, que decidió emitir un decreto donde mandaba que: si hubiera un cadáver cualquiera a 250 metros o menos de un domicilio, el habitante debía enterrarlo, so pena de fusilamiento en caso de desacatar la orden.
No me imagino el terrible duelo, terror y dolor que los pocos habitantes de aquel lastimado estado tuvieron que sufrir, no solo con la pérdida de familiares, patrimonio, dignidad, pero hasta el miedo.
El decreto anterior parecía inhumano, pero quizás más inhumano era no velar ni enterrar a los muertos.
Hace unos pocos meses, el huracán Otis devastó y destruyó gran parte de los edificios de Acapulco que eran en su mayoría un segundo hogar para muchos mexicanos, así como hoteles, comercios, hogares, etc.
Para mí, mi hogar en Acapulco me refiere a gran parte de mi historia, de mi familia, la infancia de mis hijas, su adolescencia, experiencias, amigos, vecinos, reflexión, vida y hasta duelos.
El huracán arrasó con muchos bienes materiales, recuerdos, pero, sobre todo, con la posibilidad de volver a disfrutar de ese lugar por un buen rato.
El proceso para intentar salvar algo de lo perdido, está teniendo un gran costo económico y anímico para la gran mayoría de los afectados quienes, por cierto, nos hemos tenido que defender solos.
La única comunicación que se tuvo con la “alcaldesa” de Acapulco, Abelina López Rodríguez, fue un vergonzoso video, donde hacía un llamado al país entero para apoyar y mandar víveres y recursos a su oficina.
Estos tristes momentos, donde, cual destrucción de post guerra, los ciudadanos recogemos los restos que quedan de nuestro patrimonio e intentamos limpiar y prepararnos de nuevo para la reconstrucción, lejos de ser acompañados por un gobierno amigo. En días recientes, hemos sido notificados por el municipio para explicar y exponer con qué permiso estamos limpiando y removiendo los escombros.
Es asombroso que estas acciones de gobierno pasen desapercibidas por la gobernadora Evelyn Salgado Pineda quien debiera estar al pendiente del actuar de la presidenta municipal, que hoy ya pasó a la historia como la peor alcalde en la historia de Acapulco.
A diferencia de Zacatecas hace más de un siglo, en esta alcaldía indolente, insensible e inmisericorde, que solo aparece para cobrar prediales una vez al año, hemos sido emplazados para explicar con qué derecho recogemos y limpiamos lo que el desastre nos dejó.
El duelo de recoger no solo pedazos de nuestro patrimonio, sino de nuestros recuerdos está siendo transgredido por una alcaldesa indolente, frívola y torpe, que no ve más allá del deseo de obtener un beneficio de esta tragedia y busca hacer leña del árbol caído.
Ojalá que si no ella, algún funcionario de cualquier nivel, un familiar, o su conciencia, le abra los ojos y la haga ver que las consecuencias en la tierra y en el cielo de irrumpir en el duelo de una población que lucha por levantarse de una tragedia, no solo lo pagará aquí, sino en un juicio, no necesariamente en esta Tierra.