De pura cábula sus hermanas le han dicho a la Boti: Cuando escuches al del carrito tápate los oídos con algodón, para que no caigas en tentación. Pero ella hace que no oye, la boca ya se le hace agua cuando escucha el pregón del elotero: Ama de casa, aquí le traemos su elote bien preparadito, con mayonesa, chile piquín, sal de grano y harto, harto queso y mayonesa, acérquese y haga su pedido; hay patitas de pollo para usted, para que esta tarde soleada tenga una tarde de sabrosura con sus patitas de pollo, nomás acérquese a comprar sus elotes y esquites, para que se le quite el antojo: acérquese y van con harto queso y mayonesa…
La Boti no puede contra Los Antojos; los viernes al oscurecer espiaba hacia la casa de Rosa la de las quesadillas: todavía no abre el zaguán, ni ha puesto la mesita con la masa y la fea máquina para hacer tortillas; sus hijos ya sacaron la tina con hielos y dentro los refrescos; su hija Ema coloca una lona, porque las nubes amenazan con lluvia y hay que salvaguardar la integridad de la clientela que aguarda, plato en mano, a que le preparen su orden de quesadillas de papa, tinga o queso con rajas; otros pidieron tostadas de pata sobre una cama de lechuga o col, su salsa de molcajete y a darle a eso de mover bigote en la tarde/noche de viernes, cuando los antojitos se apetecen para cuando menos una vez a la semana olvidarse del aburrido ritual de la cena…
Los pambazos, sopes, quesadillas y tostadas de Rosa la de la Ocho han ganado fama por su sabrosura, porque las prepara con tortillas recién salidas del comal y por la buena plática que establece con sus clientes mientras el pedido se completa.
Panchito, su marido, colocó sobre el portón unas bocinas de las que fluye el fondo de música ranchera o cumbias colombianas que alegran el ambiente y aligeran la espera. Cábula como es, Panchito saca los pasitos de baile domingueros, tiende la mano hacia alguna de las clientas y a querer o no le ponen sabrosura a la maraca para que suene el buen humor, aromatizado con el vapor de las quesadillas con su toque de epazote.
–Me preparas dos de tinga, cuatro de queso con rajas y dos pambazos de papa con chorizo, queso y crema. Ya llegó mi viejo y trae antojo de tus quecas, manita…
–Qué bueno, manita, porque las ventas han estado muy bajas. Ojalá que no llueva, porque nos echa a perder la venta. Siéntate y ahorita sale lo tuyo.
–Tú de qué vas a querer, viejo. Anota tu pedido porque si no, Rosa nos va a tener aquí toda la noche.
–Yo nomás quiero dos pambazos y cuatro quesadillas, Rosa.
Discretamente Panchito se acerca al viejo y le indica si gusta una cervecita para pasar bocado. El viejo es retobón:
–Por qué me limitas a solamente una. Ponlas a enfriar y nos echamos un six cada quien. Yo invito, Panchito.
–Ya están bien muertas las cebadillas, mi viejo. Ahorita traigo sal y limón y nos echamos esas amargas, cómo de que no.
–A mí también invíteme una chela, Panchito, no sea marro. Tenga, coopero pa’l six en lo que me preparan mis quecas.
Panchito toma el billete de Boti y en un dos por tres está de vuelta con un par de six. Rosa puso sobre el comal unas tiras de suadero y el aroma carne asada invade la noche veraniega.