Contrario a lo que a todos se nos enseñó en la educación básica, no es cierto que Miguel Hidalgo y Costilla (1753-1811) –mejor conocido como El Padre de la Patria– se levantó en armas la madrugada del 16 de septiembre de 1810 para exigir a la corona española la independencia de México.
No, no fue así, era otro su propósito; pero como lo normal es que, de una u otra manera, todo proyecto humano sufre modificaciones, el proyecto original de Hidalgo se modificó al abrazar la causa de la Independencia de México. Por tal motivo, independientemente del mito fundacional construido por la historia oficial, el lugar que se le ha asignado a Hidalgo en ese mito (o historia imaginaria del pueblo mexicano) es bien merecido.
Siempre, desde el año de 1825, siendo presidente Guadalupe Victoria, en todas las ciudades el tradicional Grito es noche de verbena. Juntos, pero no revueltos, en las plazas públicas los de a pie, y en los palacios de gobierno y palacios municipales la clase política. En ninguna de estas celebraciones ha faltado la música vernácula, los antojitos mexicanos y en algunos lugares hasta el baile.
No hay rincón del país donde no se celebre la Independencia de México, pero por tradición, el acto más solemne y formal es el que, encabezado por el Presidente de la República, se efectúa en uno de los balcones de Palacio Nacional frente a una entusiasta multitud que grita “viva, viva”… después de cada proclama que a grito en pecho pronuncia el Presidente hondeando la bandera, para después, como parte del ritual, estirar el badajo de la campana de dolores para, con su sonido, incrementar las emociones y sensaciones de las multitudes.
Por tradición a este evento colmado de simbolismos acuden como invitados especiales del Presidente los representantes del Poder Legislativo y el Poder Judicial. Hoy AMLO ha roto esta tradición; ha declarado que no invitará a la magistrada Norma Piña, presidenta de la SCJN, por estar en contra de las transformaciones del Estado que él impulsa. Habrá que analizar objetiva y racionalmente esta confrontación entre dos Poderes de la Unión, que nunca se había producido.