Los casos de hidalguenses con enfermedades respiratorias van en incremento a la par de la presencia del coronavirus en todo el país.
Lo anterior provoca que no solo exista el riesgo de la epidemia global sino que vivimos en una psicosis general producto de la información que circula y los casos que vemos a diario.
La gente ya no anda normal, como en aquel fatídico 2009 de H1N1, ahora vemos toser o estornudar a amigos y conocidos, familiares o extraños y nos quedamos pensando si pueden contagiarnos o si vamos a morir.
Por ridícula que parezca la situación ha desencadenado en conflictos sociales y de discriminación pues a muchas personas las han segregado por manifestar síntomas.
Empresas y establecimientos han dejado a su personal a la deriva o simplemente los mandan a sus casas sin más explicación o consideración que la de que no es seguro que estén cerca porque los demás se molestan o corren riesgo, cuando hemos padecido de alergias, virus, mala alimentación, desvelos y horas extras de trabajo como ningún otro país del mundo.
El mexicano no sólo se castiga a sí mismo, castiga al de al lado y reprime sus necesidades por temor a volver a ser castigado.
En momentos donde se nos pide solidaridad, sororidad, empatía, comprension y apoyo, lo que memos impera es la razón y el pensamiento cognitivo, solo nos movemos por impulsos y salvajismo demostrando nuestra naturaleza de supervivencia por encima unos de otros, no importa si son nuestros aliados p familiares.
La crisis sanitaria debe hacernos ver la fragilidad del ser humano y la velocidad con la que corren nuestros días, al final, no somos más que esa materia orgánica que terminará con el Covid, o con lo que sea que se reproduzca en el mañana.
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