Política

De 1200 a 1500 gramos de cielo o infierno

El cerebro es un órgano gris de aproximadamente kilo y medio de peso donde el infinito pensamiento humano cabe sin saber con exactitud su origen y su destino.

Lo que sí sabemos del cerebro es que sabemos muy poco. En los impulsos bio-eléctricos recibimos toda la información necesaria para vivir y sobrevivir.

Es en el cerebro donde se originan los gozos y las alegrías más profundas, las penas y dolores más fuertes.

En esta cavidad craneal conducimos la energía emocional con la que nos comunicamos con el mundo exterior a través de los sentidos.

En este kilo y medio de materia orgánica Cervantes fue capaz de escribir “El Quijote”; Dante “La Divina Comedia”; Miguel Ángel esculpió “El Moisés” y Leonardo pintó “La Monalisa”. En esta maquinaria tan compleja y apasionante Beethoven compuso sus nueve sinfonías.

El cerebro humano fue quién diseñó y construyó “La Basílica de San Pedro” en el Vaticano, las pirámides de Egipto y los grandes rascacielos en Dubai o Nueva York.

En el cerebro humano el pensamiento evolucionó y la tecnología se desarrolló. Gracias a nuestro cerebro fuimos capaces de fraccionar el átomo, poner toneladas de acero en el mar y en el aire para transportarnos y crear una nave y traje espacial para pisar la luna y respirar en ella.

El cerebro permite que creamos en “dioses” y nos permite diseñar “inteligencias artificiales”.

Gracias a él somos capaces de amar, odiar, empatizar, recordar, interpretar, sufrir y darle sentido a nuestra vida.

El cerebro es el fruto de una gran evolución que tardó muchos siglos y es lo que nos identifica del resto de los animales irracionales.

Porque en esto es en lo que nos distinguimos, en que somos “Homo Sapiens”. Somos animales, sabios y racionales que creamos a través del lenguaje y la palabra, (vehículo del pensamiento), entes como los valores, las leyes, las naciones y el dinero.

Podríamos decir que el cerebro y el pensamiento que se genera en él es lo que nos hace humanos.

Boecio (524 D.C) define al ser humano como una substancia individual de naturaleza racional. Por tanto, la esencia de nuestra naturaleza es la racionalidad y la capacidad de tener un pensamiento que vaya de lo concreto a lo abstracto y de los abstracto a lo concreto.

Somos los únicos seres vivos conocidos en el universo capaces de codificar un lenguaje de valores y sistematizar la experiencia y el aprendizaje por siglos.

A través del vehículo de la palabra construimos realidades sociales y espirituales tan parecidas al cielo o al infierno de Dante.

Las emociones que suceden dentro de este kilo y medio de órgano gelatinoso (en el cerebro límbico para ser preciso), hacen que los seres humanos experimentemos en nuestra mente y en nuestro cuerpo alegrías y gozos más parecidos a la creencia del cielo. Pero también a través de algunos neurotransmisores como él cortisol experimentamos y somatizamos angustia, ansiedad, depresión y estrés. Algo tan parecido a la desesperanza de Dante en el umbral de las puertas del mismo infierno.

Tenemos manos y pies ágiles pero lo que nos define es el pensamiento.

En nuestro cerebro existe una dimensión sexual completamente diferente al resto de los mamíferos y animales. No tenemos periodos de celo; el ser humano puede hacer el amor todos los días, ver pornografía y tener pudor al mismo tiempo. Nos escondemos para hacer el amor y tener intimidad.

Creamos belleza y nos admiramos de ella. Fíjense qué dato tan curioso el de los humanos que decoramos nimiedades como una botella de vino, una canasta y envolvemos un regalo. También decoramos bajo cánones culturales de belleza nuestra piel con collares, aretes y tatuajes.

Somos por esencia seres sociales y nos apasiona estar en grupo para ver un partido de béisbol, un concierto de música o una reunión familiar con el único motivo de vernos abrazarnos y besarnos. Con esto generamos oxitocina, el neuro-transmisor de la empatía. Tan necesaria y escasa en nuestros tiempos.

A la gente que consideramos anti-social la castigamos con el aislamiento de cárcel, exilio o el destierro (el infierno de Dante).

El cerebro hace que soñemos despiertos. Nos hace pensar en cosas que para muchos serían inimaginables en ciertas épocas de la historia como abolir la esclavitud, inventar el internet o diseñar un dron.

Nos encanta transmitir el conocimiento de generación en generación a través de la educación, los cuentos y las historias.

Esperamos que nuestros hijos y alumnos nos superen en conocimiento para sentirnos orgullosos de ellos y de nosotros mismos como padres y maestros. En palabras de Umberto Eco somos “enanos a hombros de gigantes”.

Enseñamos las grandes virtudes como la valentía, la generosidad, la honradez, el trabajo y la amistad. Hablamos y contamos epopeyas e historias sobre las grandes virtudes a imitar.

El cuento y su relato es el método de enseñanza más antiguo. El famoso “Story Telling”. Conocemos a través de estas narrativas la valentía en historias como la de Ulises, el amor y el perdón en historias como la de Jesús de Nazaret, la paz y la generosidad en vidas como la de Teresa de Calcuta. Hasta la fecha seguimos contando historias y transmitiendo valores a través del cine, de la danza, de la música.

Queridos amigos:

Para ser felices y vivir en armonía el cerebro debe funcionar bien. Si funciona bien y en equilibrio conectaremos pensamientos, emociones y acciones que serán los cimientos del cielo. Si estamos descerebrados pondremos los cimientos del infierno en nuestra mente.

Vivimos en un mundo descerebrado. ¿No creen?

No distinguimos ya lo blanco de lo negro, lo femenino de lo masculino, la ética de la corrupción. Llegamos a la luna y no cruzamos la calle para ayudar a un anciano o saludar a nuestro vecino.

El imperio de la razón ya dejó de gobernar hace unos años para darle entrada a la dictadura de los experimentos y de las sensaciones subjetivas.

Es la dictadura del relativismo y el eclipse de la razón la que hace que nuestro cerebro esté atrofiado, inválido, sordo y sea fácil de manipular. En esta dictadura del relativismo somos víctimas del “coco wash” y tenemos por fuerza que ser tolerantes a ideologías completamente intolerantes.

¡Urge que rescatemos el sentido común y la razón!

Hagamos que el pensamiento y la razón sean de nuevo la brújula ética de nuestra vida en sociedad. Regresemos a las bases.

¿Por dónde comenzar?

Por casa, por los libros y por la educación en valores.

Regresemos las clases de cívica y ética.

Porque ya lo decía Paulo Freire:

“La educación no va a cambiar al mundo, va a cambiar a las personas que van a cambiar el mundo”

Cuando los descerebrados gobernaron tergiversaron nuestros valores y construimos infiernos en la tierra. Las peores atrocidades y violaciones a los derechos humanos sucedieron en las plumas y en las bocas de grandes manipuladores, narcisistas y descerebrados.

Toca que gobierne la gente inteligente, prudente, sabia y justa. Gente con valores.

Pero el peligro inminente es que seamos indiferentes y demos por perdido y secuestrado al sentido común y a la razón.

El peligro es que los descerebrados también votan y ya están eligiendo por nosotros.

¡Ponte listo ¡Excelente semana!


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Diego Cardoso Pérez
  • Diego Cardoso Pérez
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