Lo que se anticipaba como “la mejor liguilla de la historia” por la envergadura de sus participantes, resultó decepcionante; poco futbol y la credibilidad pisoteada. La fase final no sólo no elevó el nivel respecto al torneo regular, sino que lo bajó. Lo único que alcanzó su clímax fue la polémica arbitral.
Las 17 jornadas que son una fase de calificación hacia la “fiesta grande”, arrojaron más emociones que la etapa de matar o morir. El play-in confirmó que no sirve para nada y a partir de los cuartos de final, privó la cautela y la “estrategia” de los equipos mejor colocados en la tabla general era avanzar con el reglamento en la mano.
Con esa ventaja ganada a pulso en la temporada, se instalaron en la final los dos equipos más regulares del certamen y se coronó el mejor de todos: el América. Hasta ahí, justicia cabal, empero, fue una coronación opaca que no va a pasar a la historia, ni por brillantez en el juego ni por intensidad.
El americanismo atesorará la obtención de su título 15 en la época profesional, por lo que significa: superar por tres campeonatos al Guadalajara, y por el rival al que derrotó en la final: el Cruz Azul. Pero en el renglón futbolístico no será un campeonato que pase a la historia. Incluso el título obtenido por el mismo América en diciembre de 2023, fue mucho más brillante.
No obstante la poca lucidez de la liguilla y su escandaloso arbitraje, el bicampeonato americanista resulta encomiable. Ningún equipo en la historia de los torneos cortos había tenido una eficacia similar: liderato y título de liga en campeonatos consecutivos. Menos de un año le tomó a André Jardine meterse a la historia americanista y codearse con los entrenadores más exitosos del club azulcrema.
De las equivocaciones arbitrales, vamos a concederle a Benito Armando Archundia y a sus huestes, que fueron por omisión y no por dolo. Que la fortuna le sonrió al bicampeón y que el trébol de cuatro hojas le acompañó incluso en el dictamen de los colegiados y el VAR.
En cada eliminatoria el conjunto capitalino tuvo un llamado crucial que resultó a su favor. Para hablar de premeditación habría que aportar pruebas, pero la maledicencia y las suspicacias siguen a flor de piel cuando el equipo más campeón, también es el equipo con mayor influencia sobre el estamento arbitral. Televisa es dueño de todo en el balompié mexicano. No existe ningún cabo suelto, porque nada que tenga que ver con nuestro futbol, goza de la más elemental autonomía respecto al otrora monopolio de la televisión. Y eso no se borra con una carta abierta de la Comisión de Árbitros.
Llamó la atención la ausencia de las “vacas sagradas” del arbitraje en la final. Marco Antonio Ortiz definió el campeonato con un penalti muy rigorista. El América no merecía ser campeón así: otra vez con el tufo de la sobreprotección.
Ahora, una pausa, el futbol mexicano regresa en julio con dos encomiendas: recuperar su marchita credibilidad y encontrar un retador para el América.