En 1796 el virrey de Nueva España, don Miguel de la Grúa Talamanca y Branciforte, le solicitó al Rey Carlos IV su beneplácito para erigirle una estatua grandiosa colocada a la vista de todos en el centro de la Plaza Mayor y así eternizar los sentimientos de amor y de lealtad a tan benigno y religioso príncipe.
Este monumento se le encargó a Manuel Tolsá —director de escultura de la Real Academia de San Carlos— y se fundió y vació en una sola operación por Salvador de la Vega el 2 de agosto de 1802; el escultor valenciano la pulió y cinceló durante los siguientes catorce meses; el 9 de diciembre de 1803 —cumpleaños de la Reina María Luisa— fue inaugurada por el virrey Juan Iterrigaray.
Se colocó en el centro de una cerca elíptica, de 136 varas en su eje mayor y de 114 en el menor; el Rey está a caballo vestido a la usanza romana, lleva en su mano derecha el cetro y su cara voltea hacia el Palacio Real; el corcel, que da la impresión de un andar pausado, tiene una altura de tres varas y media, su cabeza está ladeada al lado contrario de la del rey y pisa con una de sus patas un cajax mexica.
En 1808 el monarca abdicó al trono en favor de su hijo Fernando VII, poco después la corona pasó al hermano de Napoleón, esto debilitó la lealtad a la corona una vez que los reyes españoles ya no ejercían la monarquía, con lo que aparecieron las ideas independentistas, de soberanía popular y el virrey Iturrigaray fue depuesto.
En 1822 el ejército trigarante entró al Zócalo y la estatua tuvo que ser escondida, Fernández de Lizardi hace hablar al caballito en su folleto “Tristes lamentos del caballito de la Plaza de Armas” y dice:
“Cuando al desgraciado Agustín I, y último, le hicieron sus toritos, me fueron encerrando en un globo o bola azul que parecía mundo” y cómo también lo querían fundir:
“Unos quieren que me quiten de aquí a toda costa; otros, que me lleven a un potrero; éstos, que me vuelvan cañón de artillería; aquéllos, que me fundan y conviertan en cuartillas”.
En 1823 fue colocada en el patio de la universidad, en 1852 fue llevada a la plazoleta de Reforma, y finalmente en 1979 se le trasladó a la Plaza Manuel Tolsá, y es considerada una de las mejores estatuas ecuestres y conocida —más que por su jinete Carlos IV— como “El Caballito”.