Política

Proteger a las niñas, un deber moral

Niñas, no esposas; niñas, no madres; niñas protegidas que puedan jugar, soñar, y contar con expectativas reales para tener un proyecto de vida en el que el pleno goce de sus derechos les permita la realización personal y profesional, siendo ciudadanas libres que con sus talentos aporten desarrollo a sus familias, a sus localidades y al mundo entero.

Esa es una de las grandes misiones impostergables que todas las sociedades deben abrazar. El pasado 11 de octubre se conmemoraron diez años del establecimiento del Día Internacional de la Niña, y la Organización de las Naciones Unidas reconoció que las inversiones que los Estados hacen en relación con los derechos de las niñas siguen mínimas, por lo que ellas -en muchas partes del mundo- siguen sufriendo infinidad de dificultades para desarrollar su potencial; siendo de las primeras y más afectadas víctimas de las crisis del cambio climático, del COVID-19 y de los conflictos humanitarios.

La ONU señaló las más graves amenazas: 10 millones de niñas corren el riesgo de contraer matrimonio ante los persistentes efectos de la pandemia del COVID-19, que las han expuesto a riesgos atroces como el abuso o la explotación sexual a manos de integrantes de su propia familia, debido a la conjugación de factores económicos, de la interrupción o disminución de los servicios educativos y de salud; pero, sobre todo, a esa visión de menosprecio que aún permea en las sociedades actuales.

Esa situación, junto con las perdurables brechas de género, han convertido a las niñas en cuidadoras de sus hermanos, de personas enfermas o en trabajadoras, siendo las primeras en tener que abandonar la escuela, padecer hambre y carecer de recursos económicos propios, ahondando su dependencia y vulnerabilidad.

Ellas deben poder expresarse y ser escuchadas; ser protegidas en su derecho a una vida libre de violencia, así como todos y cada uno de los derechos que velan por una vida justa, inclusiva, igualitaria y equitativa; el reto se agranda cuando se trata de niñas indígenas que hablan en sus lenguas originarias y viven en comunidades alejadas de los centros urbanos.

Cuánto tiempo más tendrá que pasar para que se ejecuten acciones efectivas basadas en ese poder de resiliencia que caracteriza a las niñas, en su verdadera potencia y en su derecho a ser parte del desarrollo social, el mismo que corresponde a niños, jóvenes y personas adultas mayores que siguen al margen mientras los demás, quienes toman las decisiones, cierran los ojos y evitan mirar esta situación en su dolorosa profundidad.

Lo he dicho y reitero, todo es cuestión de honestidad y decencia.

Carolina Monroy

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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