En la anterior entrega, queridos lectores, les compartía emociones con las que me tropecé en días pasados, ese sentimiento de encontrarme atrapada entre cajas de tráileres y fuera de mi lugar, una emoción dominante de fragilidad frente a la situación, obviamente no derivada del hecho de que materialmente no podría continuar por mi camino, sino de aquello que significa estar expuesta a circunstancias en las que cotidianamente tenemos que andar, unos más, otros menos, pero a final de cuentas expuestos a ambientes hostiles, por no decir peligrosos.
Sin embargo, reflexionando sobre ello, pensaba en esos momentos en el confort y seguridad que me significa estar en mi hogar, no había reparado en otros aspectos, quizá no tan cercanos debido a cuestiones generacionales. Me refiero a la influencia directa de los smartphone con su universo de “conocimiento”, dirigido a los adolescentes.
Con esos aparatos ellos tienen su recurso de individualidad, que inexorablemente los induce a la soledad, ya que unos aparatos sustituyen la compañía humana, construyendo así “fantasmas” con los que interactúan, generando “emociones y sentimientos”, imitando a lo humano, replicando los diálogos y expresiones en las que se estandarizan los sentimientos a través de una caricatura imitativa de los gestos de las personas, construyendo en el imaginario colectivo, las emisión en masa de signos con significados de aquello tan sublime como es el ser humano, tan perfecto y emotivo, como el espíritu del hombre que los enseña.
Reitero, tal vez sea un asunto generacional en el que la “modernidad” sustituye el calor de las personas, el olor de su cabello, la luz de la expresión de sus ojos, acaso también las “patas de gallo” que son una evidencia inescrutable de que ese ser humano dispara a la menor provocación una ráfaga de sonrisas de bienvenida a los recién llegados, o a los que están por partir.
Tal vez y me equivoque, tal vez estoy en un error; si es así, manifiesto mi posición irreductible: no estoy contra la tecnología ni los avances de la ciencia, gracias a ello podemos comunicarnos en décimas de segundo, los médicos operan desde el otro lado del mundo. No, no es así.
Sin embargo, ¿qué emoticón puede sustituir un beso en la mañana de la persona amada? ¿Cómo puede mostrarme una carita triste, cuando mi nieta quiere acostarse junto a mí toda la noche…? La tecnología, por siempre, por nunca, sustituirá a lo humano. Nunca.