Política

Las estatuas de Colón y Cuauhtémoc

El monumento a Cristóbal Colón en la Ciudad de México revela la continuidad con que fue vista la historia del país a mediados del siglo XIX, continuidad que sorprende porque la nación vivió entonces un momento de cambios dramáticos y violentos, que empieza con el Imperio de Maximiliano, continúa tras la guerra con la restauración de la República, dirigida por Juárez y luego por Lerdo, y termina con el triunfo de la revolución encabezada por el general Díaz. Todos estos personajes, tan distintos, estuvieron de acuerdo en levantar una estatua a Colón en la calzada de la Reforma. Maximiliano encargó la planeación del monumento al escultor catalán Manuel Vilar i Roca. Tras la muerte del emperador en 1867, el empresario Antonio Escandón invitó al escultor Ramón Rodríguez Arangoiti a rescatar la idea del monumento, invitación que le hizo en 1871, en tiempos de Juárez. Un par de años después, en 1873, con Lerdo en el poder, Escandón, durante un viaje a París, cambió de opinión: encargó la obra al escultor Charles Henri Cordier. La escultura de Colón, concluida en Francia, fue trasladada en barco hasta Veracruz para ser instalada en 1877, ya con Díaz al frente del gobierno, en la segunda glorieta de la calzada de la Reforma. Esta es la historia de la estatua de Colón.

La estatua de Cuauhtémoc fue inaugurada diez años más tarde, sobre la tercera glorieta de la calzada de la Reforma. Fue un domingo, el 21 de agosto de 1887. “Mi querido hermano”, le escribió el presidente Díaz al general Vicente Riva Palacio, “el domingo próximo pasado con la debida solemnidad inauguramos la estatua de Cuauhtémoc en la calzada de la Reforma (…) El monumento quedó muy bueno, y estoy seguro que llamará la atención de los extranjeros, tanto porque está muy bien acabado, como por su estilo, que en todo pertenece a la escuela Azteca, y como todo es obra de mexicanos, creo que con razón deberemos estar contentos y satisfechos de haberlo llevado a cabo”. Riva Palacio era entonces ministro de México en España, pero diez años atrás, como secretario de Fomento en el primer gobierno de Díaz, había sido el principal impulsor del proyecto de construir un monumento a la memoria de Cuauhtémoc.

En mayo de 1878 se inició el basamento de la estatua, obra del arquitecto mexicano Francisco Jiménez. El estilo del basamento pertenecía, en efecto, a la escuela Azteca. En 1885, el escultor Jesús F. Contreras, cercano al gobierno de Díaz, que trabajó en el Palacio Azteca del pabellón mexicano en la Exposición Universal de 1889, fundió los bronces del monumento a Cuauhtémoc. La escultura del emperador de los aztecas era obra del escultor Miguel Noreña, quien sin embargo murió antes de concluirla, por lo que la estatua misma fue fundida al final por el propio Contreras. No todos estaban contentos con la obra. Hubo críticas, como pasa siempre. Así lo revela un artículo publicado por el periódico El Nacional a fines de 1886. “Según noticias que han llegado a nosotros”, informó, “la estatua de Cuauhtémoc y el pedestal en que descansa cuestan a la nación más de 100 mil pesos. Con esa suma podía haberse pagado un monumento digno del héroe azteca”. En el verano de 1887, al ser inaugurado el monumento, había huertos y milpas en ambos lados de la calzada de la Reforma.

Carlos Tello Díaz*

*Investigador de la UNAM (Cialc)

ctello@milenio.com

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Carlos Tello Díaz
  • Carlos Tello Díaz
  • Narrador, ensayista y cronista. Estudió Filosofía y Letras en el Balliol College de la Universidad de Oxford, y Relaciones Internacionales en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Ha sido investigador y profesor en las universidades de Cambridge (1998), Harvard (2000) y La Sorbona. Obtuvo el Egerton Prize 1979 y la Medalla Alonso de León al Mérito Histórico. Premio Mazatlán de Literatura 2016 por Porfirio Díaz, su vida y su tiempo / Escribe todos los miércoles jueves su columna Carta de viaje
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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