Nada lo detuvo, ni la ley, ni las quejas de algunos aspirantes, ni las formas o los posibles riesgos. El presidente López Obrador definió los cómos, los cuándos, los quiénes. Nada nuevo. Después de todo el creó ese partido exactamente para esto, para que nadie más que él mandara. Los que están ahí saben seguir y acompañar, pero saben también quién manda.
Las disputas adentro de Morena son siempre con el argumento de que los quejosos (véase Ackerman o Mejía Berdeja) son los más lopezobradoristas, los más auténticos, los que mejor lo entienden, más lo respetan y más dispuestos están a seguir sus enseñanzas. Todo ahí es un poco religioso y a veces patético, pero pues ahí van, con todo y las previsibles confusiones en un proceso que se va definiendo conforme los humores del líder. Tal y como lo mostraron algunos gobernadores el fin de semana haciendo la cargada, pensando que la prohibición arrancaba hoy, para después apurarse a borrarla.
Hoy la consigna es “la unidad”, más después de lo sucedido en Coahuila, pero no es, ni por mucho, el único factor que jugará en el año que hoy arranca. Cualquier corcholata que triunfe no será López Obrador, en campaña desde hace 25 años, competidor en dos campañas presidenciales previas a su triunfo en la tercera, y capaz de autopintarse frente al país, siempre, como una víctima, aun despachando en Palacio Nacional. Y no, eso no es transferible a quien gane. Porque quien quede en la candidatura presidencial competirá desde el poder, desde el partido hegemónico; eso tiene sus ventajas, por supuesto, pero también sus problemas.
Más allá de lo que ha sucedido hasta hoy, lo único que importa, la única manera de calificar la operación sucesoria ideada y guiada desde Palacio Nacional, será con los resultados en la mano, es decir, dentro de un año.
Hasta el momento, el factor más importante en la ventaja que podría sacar la campaña oficial está en que, seamos honestos, van solos.
Las oposiciones —creo que así hay que llamarlas, en plural— siguen mirándose el ombligo y pensando que si el método, que si las firmas, que si las alianzas, que si primero el proyecto, que si primero el candidato, que si los “ciudadanos”, que si cuál con cuál, con éste no, con ésta tal vez.
Nada de nada. Y, seamos honestos, nada de eso se construye en unos días.