La más reciente decisión del Poder Judicial exonerando al ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca, al ex secretario de Seguridad Pública de ahí, Felipe Flores, y varios otros por el secuestro y desaparición de los estudiantes de la escuela de Ayotzinapa podría ser el último clavo en el ataúd de la justicia en el caso de aquella noche trágica.
Lo más sencillo, que también es lo más equivocado pero útil en estos tiempos para el gobierno, será culpar a los jueces y el Poder Judicial.
No, no es así.
El camino hacia este fracaso no es más que el camino trazado por nuestro sistema de procuración de justicia, desastroso, inútil, politizado y corrupto. Y, sobre todo, incapaz.
En estos muchos años, decenas de reporteros, ONG y académicos han mirado el caso, lo han investigado, han preguntado, han descubierto cosas y las han publicado en libros, periódicos y documentales. Todos estos esfuerzos han dado algunas certezas y han planteado preguntas, pero no es responsabilidad de ellos hacer justicia, esa es del Estado, así con mayúscula; porque es el Estado el que tiene los recursos, monetarios, legales, para descubrir la verdad y ese es el que ha fracaso con todas sus letras.
Un ejemplo: la actual fiscalía tiene acusados legalmente a los responsables de la anterior fiscalía, y por lo tanto de la investigación, de haber torturado y mentido para construir una enorme falsedad. Esa falsedad incluía como personajes principales a Abarca y Flores, de hecho esos indiciados los arrestaron. ¿Esa parte no era falsa? ¿Cómo? ¿No eran Abarca y Flores parte de la verdad histórica? ¿Qué partes de la verdad histórica son un poco verdaderas y cuáles no? Entiendo por qué los jueces están confundidos.
Tengo en mis archivos buena parte de la investigación de la anterior PGR, los informes del GIEI, los de la Covaj, el de la CNDH y algunas cosas de la actual fiscalía. Todas esas instituciones tuvieron los recursos para tenerlo todo.
No, ninguno de ellos tampoco tiene ninguna certeza de qué pasó, por qué y quiénes fueron los responsables. Leídos en conjunto, uno puede terminar confundido.
En sus compromisos de inicio de sexenio, el Presidente prometió encontrar a los jóvenes y hacer justicia. Me temo que la promesa quedará incumplida y los padres seguirán cargando con esa tristeza que los inunda desde aquel 26 de septiembre. Solo que esta vez AMLO será coautor del desastre anunciado.
