En un indiscutible éxito del gobierno mexicano, principalmente de la Marina y de la colaboración que en particular esa institución ha mantenido con agencias estadounidenses desde hace muchos años, Rafael Caro Quintero está en prisión y ahí pasará el resto de sus días.
Es el arresto muchos años después de un capo que en 1985 decidió asesinar a un agente de la DEA y que a partir de aquello cambió para siempre la relación entre las agencias de seguridad y justicia de ambos países. Ese asesinato y lo que había logrado los años anteriores lo convirtieron en figura del espectáculo. Sobre Caro Quintero se hicieron libros, series televisivas, investigaciones académicas, infinidad de reportajes.
Ahora habrá que poner en su justa dimensión el arresto.
Sí, es una deuda cumplida con la justicia. Bravo.
Pero la captura de Caro no tiene impacto alguno en el negocio y sus consecuencias que hoy atormentan a México y lo llenan de muertes. Caro Quintero era todo eso que se contó en todos aquellos medios hace casi cuarenta años. Hoy es un hombre de setenta años que lleva los últimos 9 a salto de mata, huyendo.
El negocio al que se dedicó y que lo convirtió en lo que fue hoy es otro y más grande. Completamente diferente, son otras las sustancias, otros los métodos, otras las violencias, otras las actividades paralelas y por supuesto, otros los personajes. Es más, ni siquiera había arrancado aquello del neoliberalismo fifí y conservador. Caro Quintero es el pasado y su captura hace poco —si algo— para arreglar nuestro presente. Es un asunto de historiadores que, por cierto, ya lo han trabajado y bastante bien.
Como suele suceder con estas cosas, otros personajes de aquel pasado, en particular ex agentes de la DEA, siempre y justificadamente dolidos por el asesinato de su compañero, piden que Caro Quintero ahora hable. Que cuente.
Pero, ¿qué puede contar este hombre de setenta años, para qué sirve y sobre todo cómo hacemos para creerle?
Ha dicho después de lo de Camarena que él no lo mató. Ha dicho que después de aquello no se dedicó a nada ilegal. Él sabe dónde pasará sus últimos días. Puede decir lo que quiera, el problema es quién le creerá.
Caro, El Chapo, Félix Gallardo, los Arellano, el señor de los Cielos, son la historia. Sus capturas y muertes son material para series en streaming.
El violento negocio al que ellos se dedicaron sigue ahí, más vivo que nunca.
@puigcarlos