En los años 60-70, el hombre más fuerte del mundo era Charles Atlas. Podía romper con sus manos un directorio telefónico de mil páginas o jalar una máquina de tren de 20 toneladas. Vendía un curso por correo para que un alfeñique, en seis meses, se convirtiera en un hombre poderoso. Como Charles Atlas he visto a varios escritores prometer la transformación de un muchacho semi ignorante en un poeta o un novelista de renombre, aunque luego de sus cursos siguen igual de imberbes que antes. Como Locke, pienso que nacemos con algunas ideas que no sabemos que tenemos porque no podemos reconocerlas y verbalizarlas. Ahora es moda pensar que el único modo de conocer es mediante el lenguaje; se cree que sólo cuando podemos expresar con palabras lo que pensamos y lo que sentimos es cuando conocemos: mientras no haya expresión verbal no habrá reconocimiento de lo sabido. Bien decía Aristóteles que el conocimiento es un recuerdo: el que conoce, reconoce. El conocimiento, pues, se asienta en la memoria, esa facultad que la educación moderna ha echado a un lado provocando el caos en el que todo mundo está inmerso. Charles Atlas enseñaba sus trucos para poder hacer lo que él hacía y aún así era un fraude. Cuánto más los que, prometiendo, no cumplen lo que prometen, porque no saben cómo extraer de la memoria esos conocimientos ahí asentados. Lacan dice que el inconsciente toma forma mediante el lenguaje, a la manera de la psicología pragmática que se anda por las ramas, como esos profes que dicen enseñar a escribir poesía cuando sólo enseñan gramática. La psicología pragmática señala que si un individuo cambia su conducta modificará su modo de pensar y de sentir, por eso recomienda terapias ocupacionales como limpiar el refri a las 12 de la noche, fregar el piso a rodilla cuando no se puede dormir, escribir sin parar durante mucho tiempo o bailar hasta agotarse, a fin de “parar la mente”, en caso de pensamientos obsesivos. Charles Atlas enseñaba sus trucos a quienes pagaban el curso. Los profes no enseñan los trucos de la poética porque no tienen una poética personal qué transmitir. No es lo mismo escribir bien, seguir las normas de la retórica, del canon literario, que escribir en razón de ese hálito que viene desde lo inconsciente. Por eso en algunos círculos se afirma que para ser poeta hay que tener un proceso de iniciación, necesario para ingresar al inconsciente de manera voluntaria. Cuando aprendí los trucos de Charles Atlas entendí por qué era un fraude.
Charles Atlas y los fraudes literarios
- Los caminos no vistos
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Carlos Prospero
Ciudad de México /