Estaba en franca y contundente ingesta de tubérculo poblano el fin de semana cuando me cayó de golpe y porrazo una idea. Luego de andar naufragando en la red, de caer en las garras de YouTube y ser presa del móndrigo algoritmo, se me apareció un videíllo de peculiares formas y mi modorra acabó cediendo a su narrativa.
Era una pieza que hablaba del modelo de negocios de las plataformas de series y películas, y de cómo la voracidad de sus dueños estaba dando al traste con la estrategia comercial. Lo más curioso del mensaje tenía que ver con la vuelta al escenario de los piratas y sus propuestas accesibles, simples y, sobre todo, gratuitas. Pero mucho más que fuera un canal de videos el que alojara esta idea. Irónico, pero cierto.
El material en cuestión aludía a la pifia que habían cometido las empresas de reproducción bajo demanda al pelear entre sí por el favor del público. Al comienzo Netflix era la ganona siendo la única que podía ofrecer los contenidos en línea, lo que le brindó el pastel entero, mismo que comenzó a fragmentarse cuando Disney y otras compañías volvieron exclusiva su oferta de títulos.
Con la aparición de los planes que cada plataforma ofrecía no sólo se diversificó el mercado de empresas de streaming, sino que al engrosarse la oferta la audiencia estaba en condiciones de esperar más y mejores producciones. El problema llegó cuando el acceso a cada alternativa implicaba un costo que, aunque bajo, terminaba sumándose al de otros conceptos.
Así, Disney, más Paramount, más Prime, más HBO, sin dejar de considerar Netflix y las que se sumaran en el momento, daban como resultado un cuentón de proporciones más espectaculares que las propias películas y series que promocionaban. Lo peor es que, al final de cuentas, el escenario dejaba al espectador con la misma cantaleta, lo poco que realmente vale la pena ver en medio de tanto rollo.
La idea más contundente del material que me sacó del marasmo fue la sugerencia de que los bucaneros estaban de vuelta (suponiendo que alguna vez se hubieran ido) debido al precio de la suscripción a tantas opciones, pero en especial a la poco grata experiencia del usuario. El discurso refería una frase de Gabe Newell, fundador de Steam, para ilustrar el tema: “la piratería no es un problema de precios, sino de servicios”.
Esto implica que los corsarios cuentan con la simpatía de cierto sector de consumidores gracias a la conveniencia del producto que ofrecen. Algo que cualquiera con dos dedos de frente y una elemental noción de marketing podría comprender. Me extraña que los “genios” de las transmisiones vía web hayan sacrificado el negocio buscando exclusividad y sean superados por aquellos a los que supuestamente habían aniquilado.