Recibí como regalo navideño un ejemplar de Navidad en las Montañas, escrito en 1871 por Ignacio Manuel Altamirano. Lo recibí junto con la reseña que me impulsó a leerla de inmediato (de esto se trata la navidad, dijo el regalante).
La novela gira sobre un capitán ateo de la guerra de Reforma, que se encuentra en nochebuena en una comunidad montañosa, esperando la navidad y buscando dónde dormir; al tiempo, un cura le ofrece posada. El militar encuentra en la noche refugio de su nostalgia, de su infancia, de sus navidades: “¿Quién que ha nacido cristiano y que ha oído renovar cada año, en su infancia, la poética leyenda del nacimiento de Jesús, no siente en semejante noche avivarse los más tiernos recuerdos de los primeros días de la vida?”, más adelante, conforme se desarrollan los diálogos y los recuerdos, entendí a qué se refería quien me regaló la novela: a la fraternidad y el encuentro diario.
Hacia el encuentro con el cura, el capitán solo pensaba en sus defectos: “era yo un proscrito, una víctima de las pasiones políticas, e iba tal vez en pos de la muerte”, mientras el cura lo recibía entusiasta: “en todo tiempo tengo el mayor placer en ofrecer mi humilde hospitalidad a los peregrinos… pero en esta noche es doble mi regocijo, porque es una noche sagrada”.
El capitán recuerda que desde joven siente repulsión por los frailes y curas, pero al conocer al de ese pueblo cambia su percepción y se conmueve hasta las lágrimas, encontrando una de las enseñanzas más actuales de la novela: “¿qué valen los profanos regocijos de la gran ciudad que no dejan en el espíritu sino una pasajera impresión de placer?”.
En los comentarios de la versión que me regalaron, José Vasconcelos lo recomienda con la siguiente invitación más vigente que nunca: “... que recomiendo a los lectores, infectados de la angustia, de una filosofía de la negación, la desesperación, que reprimen sus anhelos más nobles y no encuentran solución a los conflictos del presente… en la novela se encuentra el camino sencillo que es el camino eterno de la paz y la ventura”. Navidad en las Montañas es un elogio al encuentro. Que este tiempo pueda ser un remanso para reconocernos, diferentes pero capaces de pasar un buen rato, construir o reconstruir una buena amistad, un lazo familiar o un buen recuerdo, que sea una navidad en las montañas, las montañas de nuestra vida (Para Charly, por su gran regalo).
