Repensar la democracia desde el pasado para entender el presente implica también disponer de una brújula para trazar nuestro futuro colectivo, y tener unas coordenadas hacia la consolidación democrática.
En este sentido, lo primero que debemos entender es que las libertades políticas y sociales obtenidas en 2025 son fruto de más de 30 años de movimientos sociales que se ha traducido en ampliación de derechos políticos para votar y ser votado; hoy se vota desde el extranjero, desde prisión preventiva y desde el estado de postración de manera anticipada. Se deben seguir garantizando los elementos de integridad electoral en todos los rincones del país, para garantizar el principio democrático de una persona-un voto, pero también fortalecer ese derecho con mecanismos como las urnas electrónicas, el voto por internet y abrir el debate sobre la edad para votar.
La segunda coordenada es seguir en el camino de la garantía de los derechos políticos de mujeres y personas históricamente vulneradas para obtener los cargos de elección popular, en particular de las personas residentes en el extranjero, juventudes y comunidades indígenas; además de prevenir la violencia política desde todas las dimensiones.
La tercera coordenada reside en debatir urgentemente el papel del capitalismo en el escenario democrático: las condiciones laborales, políticas, económicas y sociales tienen un impacto directo en la calidad de la comunidad democrática, en esa misma tesitura se deben pensar los alcances de las empresas que controlan el algoritmo, el internet y el flujo de datos. Porque la información y la verdad son pilares en el presente y futuro de la democracia.
Por último, la democracia debe ser vivida en todas sus dimensiones y valores, desde la libertad de expresión, la tolerancia, la igualdad o la protección de la vida. Dichos valores están siendo amenazados en todo el mundo. Debemos apostar por reconstruir una comunidad democrática e inclusiva, por fortalecer el capital cívico de las sociedades y, desde estas coordenadas, asegurarnos que las autoridades electorales jueguen su papel, pero todos los actores sociales somos corresponsables, también, debemos ser protagonistas y asumirnos leales a la democracia. De otra manera, todo sería demagogia.