Es un poema pero no es poesía en voz alta. Es un activismo político que pretende convertirse en arte teatral, pero no logra el linaje estético en el escenario. Es sobre los desaparecidos con nombre y apellido, en cuerpo y voz de la actriz que representa a las buscadoras. Escrito por Sara Uribe, Antígona González es un forzado monólogo, interpretado por Marina de Tavira con dirección de Sandra Félix. Uno puede solidarizarse con la causa pero no con el efecto logrado en la sala del espacio El Milagro.
Seamos sinceros: aplaudimos el sentido de la obra pero no la concreción del arte: falla el texto, de difícil teatralidad porque no es, ni con asomo, un monólogo. Basada en la obra Antígona, de Sófocles, que busca a su hermano para enterrarlo en Tebas, Sara Uribe se monta en el mito griego y realiza la búsqueda de desaparecidos en México, con fragmentos de otros textos, como el propio Harold Pinter. La poeta hace un fragmentado poema en prosa y poesía que Marina de Tavira se atreve a caracterizar. No es un resultado tan logrado como sus anteriores interpretaciones porque el tema, la dirección y su propia actuación sucumben al dolor, al activismo —buscando referentes en el espectador que se comprometan con ella—, pero no al ritmo que el escenario exige. Faltan más silencios pronunciados, más tonalidades, más racionalidad a la pasión, menos melodrama emocional. El teatro desconoce los activismos a flor de piel, reclama un Bertold Brecht que separe a la realidad pura de la dramaturgia.
Marina y Sandra han demostrado su profesionalismo, pero aquí fallaron. Uno aplaude el sacrificio actoral y la dirección, pero no el resultado. Parte del error radica en el malentendido de lo que Sara Uribe comprende por teatro (originalmente pedido por Sandra Muñoz para un montaje primerizo, ¿en 2012?). Igual es buena poeta pero no es eficaz para la escena. Es como si el enorme poema de María Rivera, “Las muertas” —con similar tema— fuera tomado para interpretarse sin adaptarse. Hay infinidad de adecuaciones que funcionan teatralmente sin haber pasado por el hilo dramático. El de Sara Uribe necesitaba un rigurosísimo acomodo.
Ir al teatro y salir decepcionado me disgusta porque amo el escenario.