En 70 días de confinamiento he pensado mucho en Carlos Monsiváis. He releído algunas páginas de Apocalipstick, un libro vivo en su actualidad por donde quiera que se lea. Él representa desde hace al menos 50 años una voz de razón; un cronista que vivió los tiempos del salinismo casi silenciado por el poder de intelectuales que estaban de ese otro lado, arrobados por el presidente en turno. Se fue de esta vida cuando ya poco se analizaban sus sentencias políticas por el lado de la izquierda. Su vigencia se extraña en estos tiempos donde aún no vemos quién como Carlos Monsiváis abordará las crónicas de este confinamiento.
¿Qué diría hoy sobre Andrés Manuel López Obrador? Seguro que estaría de su lado, con la razonada crítica sobre aquello donde el mandatario se ha equivocado al dar más poder a las iglesias, la escasa e ineficiente defensa de la perspectiva de género, allí donde las mujeres han puesto sus muertas y ha habido escaso progreso en la violación de sus derechos humanos. Desde luego, a favor de la diversidad sexual, a la que el régimen brinda dádivas pero no derechos plenos, con grupitos que se contentan con presupuestitos para sus quehaceres culturales o políticos, en vez de la lucha por los asesinatos de travestis y transexuales en el país. Monsiváis no abandonaría estos temas aun con AMLO de presidente.
Pero sobre todo, y quizá porque le viene de convicción por su propio libro, Las herencias ocultas. De la Reforma liberal del siglo XIX, no haría entrevistas a modo al presidente en turno porque no es, no fue, bajo ningún aspecto un propagandista del poder. O estar más cerca del Sindicato de Notimex, que de Sanjuana Martínez. No sería enemigo de AMLO, desde luego que no. Por años luchó para que una forma de izquierda llegará al poder. Su sentimiento comunista no lo traicionó jamás. Pero desde luego no entendería el concepto del mandatario sobre la dizque nueva intelectualidad. Sí, envejecimos todos en las causas sociales. Sí, se alzaron unos con los beneficios del poder. Pero de eso a inventar ideas nuevas donde todo parece más de lo mismo, eso, eso no lo aceptaría.
Escribió: “Los pregoneros del desastre son los fanáticos del arraigo”.
Ya 10 años. Se le extraña.