Cultura

Biden y Rey Lear

La tragedia de envejecer como espectáculo mundial, en la arena despiadada de los medios y las redes, se exhibe voluntariamente, lo juzgan y condenan culpable. El poder exige juventud, esa energía animal que infunde, y al mismo tiempo se alimenta de esos cuerpos. El debate entre Biden y Trump fue más que político, un espejo de la fatalidad de la naturaleza humana: un tipo peleando por no ir a la cárcel y otro peleando en contra de los límites de su decadencia.

Los dioses son “todo poderosos”, el poder es el único que acerca a la divinidad. Perderlo es aceptar que se es humano y mortal. Es un drama cómo se aferran a los girones de su manto de armiño. La reina Elisabeth, madre de Carlos III de Gran Bretaña, esperó a que la muerte la arrojara del trono, se quedaba dormida en actos públicos y no podía aceptar que su hijo envejecía, mientras ella gastaba los últimos minutos de un reinado decorativo. Es la diferencia con los reyes del pasado: veneno, asesinatos, decapitaciones y la guerra, la sucesión estaba asegurada. Cuando se convertían en un estorbo para el proyecto de nación, imaginario y casi literario, le contaban los días, y resolvían el asunto con niños herederos de 5 años y cardenales consejeros de Estado.

El rey Lear antes de heredar la corona, pone a prueba a sus tres hijas, provoca una guerra cruel y se da cuenta que la paternidad no es garantía de amor o justicia. Conoce el odio de dos de ellas, y pocos odios tan violentos como el de un hijo en contra de los padres. A los reyes no se les toleraba en su destartalado desempeño, se sabía que la enfermedad es la más implacable de las leyes, y que tendrían la clemencia del exilio o la muerte.

El caso de Biden es patético, sin dignidad histórica, señalado por haber envejecido antes de tiempo y a los ojos del mundo, por ser más viejo que los viejos. Muchos presidentes tienen más o menos su edad, pero la vejez no es cronológica, es un ajuste entre la inteligencia y la fuerza física. Trump tiene casi la misma edad, la diferencia es que éste pelea por recuperar el poder y el otro no pelea, no ve a su contrincante, porque lo lleva dentro, en su mente ausente. Biden desde la comodidad de su palacio, esa Casa Blanca icónica, se dio el lujo de pausar a su inteligencia. Tiene asesores, dinero, basta ordenar y está hecho. Decía Macbeth, “Si con pensarlo se hiciera” y así debe ser vivir ahí, se piensa y está hecho, sin más dolor que dormir la siesta en un diván en el Salón Oval.

La comodidad envejece más que la desgracia. Sacar adelante cada minuto de la existencia nos exige un esfuerzo sistemático, saber que cada día se construye de la nada, nos pone en alerta. Hoy ya lo sabe este hombre de 81 años que el planeta señala por pasmarse, olvidar nombres, perder el hilo de sus ideas. Las butacas del circo están abarrotadas, el público se pone de pie y con el pulgar abajo grita ¡fuera! El hombre se aferra a los guiñapos de su traje, a la horca de su corbata. Se niega a abandonar su pasión, su vida: el poder.


Google news logo
Síguenos en
Avelina Lésper
  • Avelina Lésper
  • Es crítica de arte. Su canal de YouTube es Avelina Lésper
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.