Política

Sin rumbo ni proyecto. El desplome de la campaña opositora

El pasado 19 de marzo el periódico Reforma dio a conocer que Claudia Sheinbaum tiene una ventaja de 24 puntos sobre la candidata opositora (58 por ciento frente a 34 por ciento), de acuerdo con su encuesta más reciente de intención de voto en las próximas elecciones presidenciales. El sondeo de Reforma muestra que la doctora Sheinbaum es vista como una candidata más organizada (61 por ciento–21 por ciento, eficaz (58 por ciento–23 por ciento), auténtica (57 por ciento –24 por ciento) honesta (53 por ciento–20 por ciento) y sensible socialmente (55 por ciento–25 por ciento) que la candidata opositora.

Asimismo, las personas perciben a Claudia como una persona mejor equipada para combatir la corrupción (52 por ciento–22 por ciento), ejercer autoridad (58por ciento–23por ciento) y administrar los recursos públicos (55 por ciento–23 por ciento) que la candidata del PAN-PRI-PRD, con márgenes que superan el 30 por ciento en prácticamente todos los rubros.

 Desde mi punto de vista, la publicación de esta encuesta por parte de uno de los medios nacionales más críticos hacia la cuarta transformación marca un hito en la campaña presidencial, y a dos meses de la elección, constituye un indicio contundente de que —pese a la guerra sucia, las excusas y pretextos— la derecha se encuentra moral y electoralmente derrotada.

El descalabro de la campaña opositora no es un accidente. Por un lado, es el reflejo del amplio respaldo popular con el que cuenta el proyecto de Claudia Sheinbaum: un proyecto construido desde las bases sociales del movimiento que encabeza, y nutrido por más de 250 foros y mesas de trabajo con la ciudadanía en el marco de los Diálogos por la transformación. Lo anterior permitió consolidar un programa de gobierno exhaustivo, con un entramado de propuestas que destacan por su solidez técnica y por su congruencia axiológica. Se trata de un proyecto humanista que propone utilizar el poder público en beneficio de quienes menos tienen, para consolidar un país con desarrollo sostenible, justicia social y prosperidad compartida.

Al frente de ese proyecto se encuentra una líder con autoridad moral.  Una luchadora social, científica y mujer de estado, que con inteligencia y determinación logró resultados históricos en Ciudad de México. Una candidata que propone gobernar para las mayorías y no para una élite económica ni para una tecnocracia encumbrada; que transmite confianza y entereza; y que ha privilegiado recorrer el país y escuchar a la gente a la que pretende servir por encima de los encuentros cupulares y autocomplacientes. Por ello, no es extraño que en la totalidad de las encuestas confiables Claudia Sheinbaum se posicione por encima de Xóchitl Gálvez por márgenes que oscilan entre los 20 y los 30 puntos porcentuales.

Con todo, el desplome de la derecha es ante todo consecuencia de sus propias fallas.

Es el resultado de una plataforma improvisada: sin proyecto, convicciones, ni propuestas. Una campaña que no es de derecha, ni de izquierda; ni calderonista, ni peñista; ni panista, ni priista; sino todo ello al mismo tiempo. Una campaña que un día celebra a Javier Milei para desconocerlo al día siguiente; que en un momento apela a la igualdad para después lisonjear a la ultraderecha española; que un día se llena la boca con discursos sobre libertad y al siguiente vota en bloque —como lo hizo Acción Nacional— en contra de los derechos de la diversidad sexual. Un laberinto de contradicciones.

El declive de la derecha es consecuencia de que no fueron capaces de forjar una narrativa persuasiva para recuperar la confianza de la gente. Es el reflejo de su animadversión hacia las mayorías, y de su insistencia en implantar un gobierno tecnocrático en el que la élite económica tiene mayor peso que el electorado. Y es el resultado de un programa motivado por el temor a perder más privilegios, y no por las demandas y necesidades de los mexicanos. Por ello recurren a la guerra sucia, la desinformación y la calumnia, pero los datos muestran que no está funcionando. Sus voces han perdido toda legitimidad, y en esa medida, su campaña se desploma de manera irremediable.

Los chistes, las ocurrencias y promesas vacías han sido el sello de la oposición. Pero un proyecto de Nación no se puede improvisar. Se requiere trabajo, congruencia, convicciones y principios. Se requiere escuchar a la ciudadanía y tomarse en serio sus reclamos. Se requiere una visión clara y profunda del país que ningún asesor político les puede dar; y un profundo amor por México. No lo tienen. Por eso van abajo en las encuestas por casi 30 puntos, y por eso van a perder el próximo 2 de junio. Este arroz ya se coció.


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Arturo Zaldívar
  • Arturo Zaldívar
  • Coordinador General de Política y Gobierno de la Presidencia de México. Ministro en retiro y expresidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
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