Por décadas México estuvo sumido en un sistema político y económico profundamente injusto, que lejos de hacer realidad las promesas de igualdad y justicia social de nuestra Constitución,se caracterizó por implantar un régimen de privilegios en favor de una élite dominante, a costa de los derechos y libertades de las personas más vulnerables de nuestro país.
En gran medida fueron años marcados por una corrupción bochornosa, simulación, redes clientelares, desigualdad, autoritarismo, discriminación y violencia; en los que el poder —enmascarado bajo una narrativa tecnócrata— se ejerció de forma opaca para el beneficio de unos pocos.
Como consecuencia, las desigualdades históricas que nos aquejan a los mexicanos se arraigaron profundamente en esos años. La pobreza se acentuó, azotando a millones de personas. La llamada “guerra contra el narco” ha costado vidas inocentes e infundido terror en las comunidades. Todos los días la discriminación, el racismo y el clasismo —ampliamente tolerados durante la etapa neoliberal— lastiman y dividen a nuestra sociedad.
A lo largo de mi trayectoria como juez constitucional siempre tuve la visión de transformar esa realidad. Fue lo que guio mis criterios y mi labor como Presidente; pero ahora tengo la convicción de que mis aportes deben hacerse desde un ámbito en el que puedan tener mayor incidencia.
No se trata de cargos, sino de un llamado que no puedo ignorar en conciencia. Hoy creo que tenemos la oportunidad de construir un México justo e igualitario en el que nadie se quede atrás, y todos puedan elegir su destino sin las ataduras del rezago y la discriminación.
Profundizar la transformación; consolidar un país con justicia social, igualdad y bienestar. Ese es el proyecto de Claudia Sheinbaum, al que me enorgullece sumarme.
Claudia es una mujer que ha dedicado su vida a luchar por la igualdad sustantiva. Que ha trabajado incansablemente por los más desprotegidos.Que con inteligencia y determinación logró resultados históricos en Ciudad de México. Una luchadora social, científica y mujer de Estado. Una líder con autoridad moral y un profundo amor por el pueblo de México.
Claudia encabeza un proyecto que apuesta por quienes menos tienen y más lo necesitan. Que busca ejercer el poder para el pueblo, y no en beneficio propio o de las élites dominantes. Que propone transformar el desarrollo en bienestar, y la prosperidad en justicia. Que entiende la urgencia de derribar los arreglos, dinámicas y estructuras históricas que mantienen en desventaja millones de personas en nuestro país simplemente por ser quienes son.
Claudia lidera un proyecto que no es indiferente ante la desigualdad y la pobreza. Que reacciona con indignación ante el dolor ajeno. Que asume la política como la búsqueda del poder para remediar las condiciones de vida de los olvidados. Que defiende que la prosperidad es compartida. Que anhela un país de personas libres, con igualdad de género, respeto por la diversidad sexual, bienestar y derechos.
Claudia nos propone un país que rompe con el pasado de corrupción y privilegios. Que rechaza la precarización del trabajo y la segregación. Que condena la acumulación del dinero y la avaricia de la clase política. Que aspira a consolidar un auténtico Estado de bienestar, con seguridad social y desarrollo sostenible.
En definitiva, Claudia Sheinbaum encabeza un proyecto humanista en el que creo, cuyos ideales comparto. Un México sin discriminación, clasismo, ni racismo. En el que las personas jóvenes puedan alcanzar sus sueños. En el que las mujeres vivan una vida plena y libre de violencia. En el que la diversidad sea celebrada. En el que los pobres, los olvidados y los discriminados sean volteados a ver; en el que vivan con dignidad y con la frente en alto.
Por ello me integro al proyecto de Nación de la doctora Claudia Sheinbaum. Agradezco profundamente esta oportunidad. Trabajaré sin descanso y hasta el límite de mis fuerzas. Nos une la convicción de que no puede haber una sociedad justa si quienes la conforman no son iguales en dignidad y derechos. Nos une el anhelo de devolver la esperanza que le ha sido negada tanto tiempo a nuestro pueblo. No hay costo personal o político que no valga la pena por poner primero a quienes más lo necesitan. Hasta que la igualdad, la dignidad y la justicia social se hagan costumbre.