En México miles de mujeres han vivido con miedo. Miedo a caminar solas por la calle, a denunciar un abuso, a volver a casa. Miedo al silencio institucional que las ignora, al maltrato burocrático que las revictimiza y a los agresores que siguen libres porque el sistema falla. A muchas les han gritado que se lo buscaron. A otras las obligaron a callar. Y a demasiadas, incluso después de haber sobrevivido, nadie las escuchó.
La violencia contra las mujeres ha sido una constante que atraviesa generaciones, territorios y clases sociales. Es una violencia que no solo hiere el cuerpo: destroza la dignidad, anula la libertad y fractura el horizonte de futuro. Pero hay otra herida, más invisible aún, que acompaña a muchas víctimas: la del abandono. Quienes se han atrevido a denunciar lo saben. Las espera un camino cuesta arriba, plagado de indiferencia, impunidad y trámites indignantes que en ocasiones duelen más que el daño inicial.
Por eso es tan importante lo que acaba de suceder. El pasado 25 de julio, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó la Red Nacional de Abogadas de las Mujeres, una política que marca un punto de inflexión. Se trata de una red nacional conformada por 838 abogadas con perspectiva de género, capacitadas para brindar asesoría jurídica gratuita a mujeres que enfrentan violencia, desigualdad o discriminación. Están desplegadas por todo el país y son, como dijo la propia Presidenta, un proyecto que construye derechos y justicia.
Este programa insignia del gobierno de México se acompaña de una herramienta concreta y eficaz: la línea telefónica 079, opción 1, habilitada especialmente para denunciar casos de violencia. Desde ahí, cualquier mujer puede recibir orientación, asesoría y acompañamiento legal en tiempo real. No es solo un número, es una puerta abierta donde antes había un muro.
Pero esta política no se limita a la reacción ante la violencia. Es parte de un programa integral que incluye también la construcción de 678 Centros LIBRE, espacios comunitarios para mujeres con servicios de apoyo legal, psicológico y social; la distribución de una Cartilla de los Derechos de las Mujeres que busca hacer visible lo esencial —que toda mujer tiene derecho a vivir sin miedo—; y el fortalecimiento de la red con gobiernos estatales, comenzando con Quintana Roo y la Ciudad de México, que ya han sumado defensoras, psicólogas y nuevas estrategias locales.
Todo ello parte de una convicción profunda: que el acceso a la justicia debe dejar de ser un privilegio para convertirse en un derecho real y cercano. Que ninguna mujer debe enfrentar sola al sistema, y que el Estado tiene la obligación de acompañarla, protegerla y garantizarle condiciones para rehacer su vida.
No se trata de una acción aislada. Esta política se inscribe en un esfuerzo más amplio por reivindicar los derechos de las mujeres de una vez por todas. La presidenta Sheinbaum ha propuesto reformas constitucionales para establecer la igualdad sustantiva como obligación del Estado, para erradicar la brecha salarial y para reconocer en la Constitución el derecho de todas las personas —en especial mujeres, niñas y adolescentes— a una vida libre de violencia. También ha impulsado la creación del Registro Nacional de Medidas de Protección, la obligación de contar con fiscalías especializadas en delitos por razón de género, y la pensión para mujeres adultas mayores, en reconocimiento a una vida entera de trabajo y cuidados no remunerados.
Nada de ello es retórica. Es política pública transformadora. Es entender que las violencias no se combaten solo con discursos, sino con instituciones, recursos y compromiso. Es cambiar el paradigma: de la omisión institucional al acompañamiento; del desdén burocrático al apoyo profesional; del miedo a la esperanza.
Cuando una mujer enfrenta violencia y encuentra del otro lado a una abogada que la escucha, que la respalda y que la acompaña, no solo accede a la justicia: recupera su voz. Y cuando esa experiencia se multiplica por cientos en todo el país, no es un programa: es un acto colectivo de reparación, de sororidad y de afirmación democrática.
En México, el miedo ha sido una sombra larga sobre la vida de las mujeres. Pero hoy, gracias a esta Red de Abogadas, empieza a ceder paso ante una certeza nueva: la de no volver a estar solas.