Quienes utilizamos una computadora seguramente ignoramos el nombre de Claude Shannon, lo cual es una grosera injusticia por una sencilla razón: sin Shannon no estaríamos usando la computadora. En 1948, el notable matemático desarrolló la llamada Teoría de la Información, que posteriormente permitió idear y construir sistemas binarios que codificaran, transmitieran y decodificaran la misma información de forma electrónica. Es decir, la base de la computación.
De hecho, es por Shannon que la materia se llama “informática”. Pero la informática no es el único caso de uso para la Teoría de la Información; sus aplicaciones son interminables en ingeniería, estadística, biología o finanzas. Pero ahora el grosero seré yo, atreviéndome a mezclar algo tan bonito como la informática con algo tan mezquino como lo electoral, ya que andamos tan enardecidos con ese tema.
Partiendo de suponer que el sufragio es un proceso de decisión que se codifica, se transmite y se decodifica, estoy convencido de que nuestros procesos electorales siguen en la época de las cavernas. Y es que mucho nos quejamos de la triste desconexión entre la democracia electoral y la participativa, pero ¿qué esperan, cuando el único vínculo entre una y otra es un mísero papelito que nos dan a tachar cada tres años? ¿Cómo codificar mis anhelos, creencias, intereses y evaluaciones en una boleta? ¿y cómo confiar en que mis ideales sean transmitidos fidedignamente, cuando todos viven denunciando fraudes? Finalmente la decodificación: ¿quién en una campaña realmente me escucha, si todo está diseñado para que sólo yo escuche lo mismo de los mismos? Repito: el sistema está en la prehistoria, sobre todo ante las posibilidades que hoy nos abriría la tecnología.
¿Qué pasaría si, en vez de casillas, tuviéramos un sistema de votación desde nuestros dispositivos personales? Un sistema en el que se pudiera opinar sobre las propuestas, construir política pública participativa en tiempo real y por supuesto elegir. Un sistema que permitiera construir un repositorio de propuestas sintetizadas y clasificadas automáticamente.
Un sistema en el que pudiéramos votar estando de viaje o viviendo en el extranjero, sin necesidad de casillas especiales donde siempre faltan boletas o de lejanos Consulados. ¿Qué pasaría si finalmente las autoridades electorales y políticas decidieran ingresar a la modernidad? Creo que la respuesta es que nuestra vida política daría un salto cuántico de participación, inclusión, eficiencia y eficacia. Desafortunadamente no identifico esta visión cuántica en nadie ni en México ni en el mundo.
Todos siguen y quieren seguir atascados en sus miserables pleitecitos cotidianos que, quiero intuir, es lo que les deja. Y hasta aquí la crítica digital de tu Sala de Consejo semanal.