Gabriel González-Molina ha introducido una perspectiva novedosa sobre el comportamiento electoral en México a través de su reciente libro: “Switchers S2: El segmento de la orfandad. Entre el resentimiento y salir adelante.” Su análisis, que ha prendido como fuego en pasto seco, propone que un estimado 35% del electorado mexicano se encuentra en un limbo electoral, al no sentirse identificado con ninguna oferta política, configurando así lo que él denomina como el “segmento de la orfandad” o S2. La importancia de este grupo, de acuerdo con Gabriel, radica en su poder para inclinar la balanza en la próxima elección presidencial de México.
La teoría de Gabriel ha resonado fuerte en el ámbito político, empujando a los partidos a estrujarse el cerebro en busca de estrategias para captar este esquivo voto switcher. La complejidad del desafío se profundiza si consideramos la diversidad de intereses que caracterizan a cada individuo de ese grupo. Una misma persona de ese segmento puede representar varias identidades simultáneas, todas complejas y todas de nicho, lo que convierte al voto switcher en un objetivo altamente difícil de alcanzar.
Si bien la teoría electoral de Gabriel es interesante, me parece que hay un elemento poco considerado en el panorama electoral actual, y que se está subestimando gravemente: el abstencionismo. El análisis desde ese espacio sugiere una división distinta del electorado, la cual separa a los votantes entre el 55% que históricamente vota y el 45% que no lo hace. Esto abre una oportunidad diferente e innovadora para los partidos políticos, pues al enfocarse en los abstencionistas, podrían reconfigurar la batalla electoral de manera significativa. Mientras el voto switcher demanda propuestas complejas, altamente personalizadas y difíciles de construir, con resultados además inciertos, el voto abstencionista ofrece un terreno más fértil para narrativas y propuestas nuevas e inclusivas que podrían, en teoría, atraer a un espectro más amplio del electorado que, si no ha votado es por desencanto y porque no ha sido analizado por partidos apáticos, que lo desdeñan al asumir ex-ante que no pueden llevarlo a votar.
En principio, enfocarse en los abstencionistas parece beneficiar más a Xóchitl Gálvez, por el perfil general del abstencionista mexicano. Sin embargo, nada está dicho y es ahí donde se podría construir un nuevo campo de batalla electoral, en vez de seguir revolviendo el ya enlodado y estrecho campo tradicional. Así, la verdadera cuestión sería entonces, no quién captaría el voto de los volubles votantes switchers, sino quién lograría despertar el interés y la participación de ese silencioso e indiferente, pero potencialmente decisivo 45% del electorado. Y hasta aquí el volátil análisis electoral de tu Sala de Consejo semanal.