Política

Surrealistas

“De ninguna manera volveré a México”, dijo en alguna ocasión Salvador Dalí. “No soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas”, continuó. Aunque no es una frase documentada, tuvo un antecedente, ese sí absolutamente confirmado: la declaración de André Breton, al referirse a México como “el país más surrealista del mundo”.

Con frecuencia los mexicanos hemos adoptado estas frases como insignias de identidad, celebrando nuestro supuesto surrealismo nacional con una mezcla de orgullo y presunción. Nos reímos de lo inverosímil, convivimos con lo absurdo, y hasta lo institucionalizamos. Sin embargo, detrás de estas frases de las que nos jactamos porque vanaglorian el folclor absoluto de nuestra vida cotidiana, se esconde una perversa y triste realidad: México, como las obras de Dalí o de Breton, no sólo es surrealista por ser bello. México es surrealista por la generalizada falta de educación de su gente y por el desastre social que genera nuestra carencia absoluta de orden. Ahí yace nuestro presumido surrealismo.

Este desorden no es accidental. En México no hay cultura cívica y no hay ley. Por lo tanto, cada quien hace lo que le viene en gana, cuando le viene en gana y donde le viene en gana. Si alguien osa señalarlo, de inmediato aflora otra de nuestras lamentables características: el alto grado de trastornos psicológicos que padecemos y, por lo tanto, de violencia que prevalece entre nuestra población. En México, cualquier comentario acaba en una pelea.

Lo grave es que hemos convertido este caos estructural en parte del paisaje nacional, en un supuesto rasgo de ingenio o carácter. Así pues, este país ha decidido maquillar de gracioso surrealismo esa mezcla de falta de educación, carencia de cultura comunal, violencia reprimida y falta de autoridad y orden.

Por eso resultan “normales” fenómenos como el de los vándalos anarquistas y las feminazis, que acuden a todas las marchas, sin importar lo que se proteste, a destrozar todo y a que nadie les diga nada, porque supuestamente se estarían violando sus derechos humanos y su derecho a la manifestación. Por supuesto, lo menos importante dentro de este surrealismo son los derechos de todos los terceros que son dañados por estas actividades criminales.

Es así también, por surrealismo, como se puede explicar que una demente como Ximena Pichel, conocida como #LadyRacista, vaya a recibir cursos de decencia por parte de la Conapred, cuando en cualquier otro país ya estaría en la cárcel por obstrucción de la justicia.

Así las cosas, mientras México siga estando orgulloso de sus peores vicios y no exista autoridad que se atreva a poner orden, seguiremos siendo el país graciosa y festejadamente surrealista, pero tristemente tercermundista, que somos hoy. Y esta es la crítica surrealmente social de tu Sala de Consejo semanal.


Google news logo
Síguenos en
Arnulfo Valdivia Machuca
  • Arnulfo Valdivia Machuca
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.