Una de las consideraciones que los docentes necesitamos valorar en su justa dimensión es la importancia que tiene despertar en el estudiante la emoción por el conocimiento al momento de abordar un tema, independientemente de que sea de sencilla o compleja comprensión.
Según los reportes de investigaciones sobre la forma como aprende el cerebro, refieren que se privilegia la atención en primera instancia, sobre la información que afecta la supervivencia, y muy cercanamente la que genera emociones, ocupando un tercer lugar la información que se refiere a un nuevo conocimiento. (Sousa 2002).
La enseñanza es un arte que considera al ser humano como un ente pensante, único, con sus preconcepciones, y estrategias de aprendizaje estando presente en la planeación de las actividades para transferir el conocimiento incorporando también a la neuro educación, que comprende la neurociencia, la psicología y los procesos de aprendizaje.
Con este antecedente el pasado 24 de este mes, se dedicó por la UNESCO al Día Internacional de la Educación, en esta ocasión se convoca a los docentes a que además de su labor de enseñanza de por si compleja y multifactorial, dimensionen el importante rol que desempeñan dentro de su práctica educativa para fortalecer la lucha contra el discurso del odio sumando al aprendizaje, valores, actitudes, competencias y comportamientos necesarios para que los alumnos se conviertan en agentes de paz en sus comunidades.
Preguntamos ¿cómo incentivar y promover la paz en este mundo tan polarizado, en donde el discurso de odio se expresa en diversos medios incluyendo las redes sociales, los espacios públicos, privados y de convivencia?
¿Será el docente el protagonista y responsable de promover la paz en las comunidades? La educación es indiscutiblemente el sustrato para la construcción de mejores sociedades, y responsabilidad del docente es impartir de la mejor forma los conocimientos, pero la convivencia pacífica es una construcción que requiere la participación de la sociedad iniciando en el núcleo familiar.
La cultura de paz implica rechazar la violencia, promoviendo la justicia, la igualdad y la cooperación algo que se construye desde la primera infancia y en múltiples escenarios al margen de fortalecer los valores en los centros educativos, por lo tanto la cultura de paz se logra con la participación de la sociedad en todas sus vertientes.
