Este fin de semana en el auditorio Miguel de la Madrid, situado en la Biblioteca Central del Barrio del Alto, quedó demostrado que la memoria de un pueblo no es algo que repose en polvorientos anaqueles; es, por el contrario, un ente vivo, respira a través de quienes tejen un diálogo entre el ayer, el hoy y el mañana: sus cronistas.
Desde temprano, hombres y mujeres de distintas edades fueron llegando de lejanas comunidades enclavadas en la Mixteca, las Sierras Norte, Nororiental y los distintos Valles para participar en la vigésima reunión del Consejo de la Crónica del Estado de Puebla, institución que, desde su origen en octubre de 2001, se ha erigido como un baluarte de la identidad de nuestros 217 municipios.
Fue el maestro de maestros, el finado Pedro Ángel Palou Pérez, quien encabezó la primera reunión general de 2005, y dejó tan honda huella que en todo momento estuvo en el centro de esta celebración; su presencia silenciosa, pero poderosa acompañó a los presentes a través de su busto esculpido por Tizoc Ramos, cronista de Zacapoaxtla, quien hizo tan gran trabajo que el legendario profesor parecía observar cada actividad con beneplácito.
Resulta no solo simbólico, sino profundamente honroso que el actual jefe de cronistas y secretario general, Pedro Mauro Ramos Vázquez comparta el nombre de quien tanto hizo por el estado de sus amores.
Durante la jornada, este fotoperiodista tuvo el privilegio de participar con la conferencia "Historias gráficas. La fotografía en la labor de los cronistas poblanos". Fue gratificante constatar el interés y la calidez con la que fue recibida esta reflexión sobre la imagen como documento irrefutable del tiempo.
Sin embargo, más allá de las ponencias, de la presencia de expertos del Archivo General de la Nación o de investigadores de la Claremont Graduate University, lo que realmente conmovió el espíritu fue la atmósfera que permeó el encuentro: un ambiente de profunda camaradería y fraternidad.
Es inspirador observar cómo los cronistas han tejido una red de afectos que trasciende lo burocrático. No son solo colegas; son una familia unida por el amor a su tierra. Este ecosistema, que goza de cabal salud gracias al respaldo de la Secretaría de Cultura del Estado, demuestra que preservar la historia es un acto de generosidad.
La crónica poblana está más viva que nunca.
